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Entrevistas

Poner el oído para sostenernos

La pandemia ha atravesado cada espacio con el distanciamiento como vacuna y la incertidumbre como ley rectora. Profesionales del Hospital Escuela de Salud Mental de Paraná han activado vías remotas para atender a la comunidad en tiempos en que el mundo se para pero la cabeza sigue pedaleando.


Tal como lo proclaman distintos agentes del paradigma antimanicomial, salud mental es un tema de todes. Al distinguir que nos involucra y que se trata de una cuestión de derechos, se vuelven necesarias políticas de Estado que garanticen el acceso a la salud pública, como también herramientas concretas para abordar situaciones de padecimiento subjetivo, considerando el encierro ya no como una cura sino como una instancia que debe ser reducida al mínimo imprescindible.

Argentina cuenta con una Ley Nacional de Salud Mental desde 2010 (N°26.657), a la cual Entre Ríos adhirió en 2016 (N°10.445), que reconoce el derecho a la salud mental, incluyendo la atención sanitaria y social integral y humanizada. La normativa sostiene un abordaje interdisciplinario e intersectorial, preferiblemente por fuera de la internación hospitalaria, para dar una respuesta multidimensional a algo tan complejo como un malestar subjetivo. Es un posicionamiento ético y profesional que el Hospital Escuela de Salud Mental paranaense (HESM), popularmente llamado Roballos por su ex nombre, ha construido desde mucho antes y que se ha fortalecido con la presencia de una ley nacional y provincial.

(Hospital Escuela de Salud Mental)

A pesar del diseño arquitectónico e ideológico que le dio forma de manicomio en sus inicios, el HESM sostiene una política de darle color y humanidad a lo que habita dentro. Ser una institución de puertas abiertas, sin chalecos de fuerza y con una determinante protección de la subjetividad e incentivo de la creatividad de les usuaries que transitan con ella. Con el paso de los años ha llegado a ser, además de un establecimiento de salud, un espacio social, comunitario y académico, tejiendo en sus pasillos un sentido de pertenencia entre quienes lo conforman y valorizando el derecho a la salud mental como bandera de lucha en todo ámbito.

Las nuevas exigencias de la pandemia

El COVID-19 vino a romper los esquemas del cuerpo social: no más besos ni abrazos, no más tránsito conglomerado de gente y no más diálogo cara a cara. Si bien el rol del médico y del enfermero a la hora de enfrentar el virus ha sido puesto en primera plana, hay otra pandemia que paralelamente está atacando al mundo y que ha tenido menos cobertura mediática.

La naturalización de los padecimientos mentales a lo largo del tiempo ha sido tal que para muches son un problema secundario, a pesar de que, paradójicamente, se han esparcido tan rápido como la información.

Con el coronavirus a la vuelta de la esquina, el Hospi ha tenido que suspender por un tiempo gran parte del calor humano que flameaba en sus espacios, como talleres, intervenciones colectivas, dispositivos y proyectos culturales. Sin embargo, se ha conservado firme la tarea no solo de continuar con gran parte de la actividad institucional en un contexto adverso, sino también de elaborar herramientas para mantener, de la mejor manera posible, los vínculos con usuaries que ya transitaban algún tratamiento y que empezaron a preocuparse por el inminente ‘qué pasará’.

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Descomprimir el espacio físico fue una prioridad desde el inicio de la cuarentena. Alejandro Ruiz, director del hospital, explica a través de un audio por WhatsApp que “solemos tener una atención ambulatoria muy intensa, con alrededor de 3.000 consultas por mes. La Sala de Espera se llena de gente acompañada por familiares”. Por lo tanto, ayudar a les usuaries vía telefónica fue una respuesta institucional para evitar la circulación innecesaria sin dejar en la deriva a nadie. “En el caso de que no se pueda hacer la atención remota, se acude a la presencialidad, por supuesto con las medidas de higiene vigentes, como el distanciamiento y el barbijo social”, afirma Ruiz.

(Hospital Escuela de Salud Mental)

Otras medidas adoptadas por la institución fueron la implementación del triage, es decir, una evaluación rápida a la persona que ingresa al edificio para distinguir si posee síntomas de coronavirus y, en ese caso, activar los protocolos respectivos. Además, el uso obligatorio del barbijo o tapaboca-nariz dentro del perímetro del hospital. Como una medida de aislamiento, se ha reacondicionado con cuatro camas el Aula Magna, en la cual se realizaban actividades de todo tipo, para casos sospechosos de COVID-19. Como el HESM no realiza hisopados, se limita a contener a la persona hasta ser derivada al Hospital de la Baxada o al San Martín, según la gravedad. 

Aprender a atender por telefonía

Sin experiencia previa alguna (pero no por eso incapacidad), el Hospi tomó las recomendaciones de la Dirección Nacional de Salud Mental, propuestas a la vez por la Dirección Provincial, de implementar la atención remota. Se gestionó un número telefónico fijo (4331817) y un WhatsApp (343-5060204), como así también la recepción de consultas por las redes sociales (Facebook y Twitter) que ya estaban activas desde antes de la emergencia.

Desde el 27 de marzo, una semana después del inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio en todo el país, se realiza la escucha atenta por parte de profesionales de la Residencia Interdisciplinaria en Salud Mental (RISaM) y de distintos espacios del hospital, como Consultorios Externos, Hospital de Día, Grupo Institucional de Adicciones (GIA) y Casa de Medio Camino.

(Residencia Interdisciplinaria en Salud Mental)

La línea funciona de lunes a lunes de 8:00 a 18:00 horas. Les trabajadores reciben un promedio de 10 llamados por día, predominantemente de tarde, ante los cuales deben asesorar o evaluar la necesidad de seguimiento. “Los profesionales que trabajamos en la línea respetamos la privacidad y garantizamos la confidencialidad, con el objetivo de escuchar, apoyar y contener situaciones críticas de urgencia, evitando de este modo la saturación del servicio de Guardia”, afirma Eloísa Brunner, médica psiquiatra que trabaja en la escucha telefónica. 

En palabras de Alejandro, las consultas se podrían dividir en tres grupos: usuaries que ya venían transitando tratamientos en el hospital, equipos de salud y la comunidad en general. No es menor el hecho de que un caudal amplio de personas nuevas se hayan incorporado al servicio público de salud mental que tal vez desconocían antes de la pandemia, debido a nuevos malestares vinculados con la incertidumbre, las dificultades laborales y económicas, el desempleo, la soledad y los conflictos de convivencia familiar.

(RISaM)

Ante situaciones de extremo peligro, les trabajadores de la línea telefónica deben ordenar las coordenadas del malestar y, evaluando la gravedad, proceden a una contención verbal. Cuando ésta es insuficiente, se contactan con la Guardia del Hospi y se le explica a la persona cómo es la institución y que su llegada a la misma es necesaria para realizar una evaluación más compleja y considerar los distintos tratamientos y posibilidades. Esta tarea implica además ponerse en contacto con una persona de confianza de quien llama para contar con mayor acompañamiento.

A un mes del inicio de la atención telefónica, el HESM realizó una evaluación para conocer el progreso de la nueva modalidad. La orientación de la demanda, es decir, las consultas por información sobre el coronavirus o el funcionamiento actual de la institución y los tratamientos, ocuparon el 40% dentro del porcentaje total de llamadas. En un rango menor se encuentran las llamadas ‘situaciones de crisis’ en las fichas epidemiológicas. “Aún en este tiempo tan extraño de temporalidades y espacialidades tan trastocadas, situaciones de ansiedad, temor o cansancio no fueron las primeras en porcentaje. A esto lo evaluamos paralelamente leyendo cómo se implementaron las políticas para el aislamiento en sus distintos niveles, incluyendo el institucional”, cuenta Laura Lavatelli, comunicadora social y referenta del cambio paradigmático de la salud mental.

Agudizar la escucha

Laura gestiona las redes sociales del HESM y atestigua las facilidades que han traído las nuevas tecnologías: “se incrementó la cantidad de consultas referidas a cómo seguiría funcionando el hospital, qué pasaría con los turnos y cómo se retirarían los medicamentos. Las redes facilitaron muchísimo la atención a las personas de distintos lugares para que se pudieran quedar en sus casas y para que en el hospital no circulara tanta gente, que al principio seguía yendo”.

Pero la comunicadora también hace hincapié en las dificultades que surgen a la vez: “en el campo de la salud son necesarios los cuerpos, las gestualidades, las miradas, las posturas. Todo comunica, no solo la palabra, y es por esto que la virtualidad nos resta toda esta parte importante”.

“En los mensajes de texto no están los tonos de voz, en las llamadas no están las miradas. Por lo tanto, se precisa agudizar la escucha”. Laura Lavatelli

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Mantener el diálogo con les usuaries por teléfono no evita que se transmitan los malestares a les profesionales de distintas maneras. “Uno está realizando su trabajo desde un posicionamiento ético, político, profesional, lo cual implica hacer una lectura crítica respecto a la persona con la que se comunica. Hay un distanciamiento subjetivo, pero también ante la emergencia sanitaria, en la cual estamos todos y todas estamos siendo parte, es ineludible que lo personal se ponga en juego”, expresa Magalí Brown, trabajadora social que pertenece a la RISaM.

Hacer lo posible para y con otres

La Residencia Interdisciplinaria en Salud Mental con sede en Paraná es un espacio de formación en posgrado que permite intercambios de saberes y experiencias y una labor en conjunto que trata de abordar problemas desde distintas perspectivas profesionales. Magalí concibe el trabajo con otres allí donde emergen los límites de una determinada especificidad: “permite brindar otra escucha, otra calidad, articular con otros servicios del hospital y de salud que están a disposición de la comunidad, como centros de salud y hospitales generales, en un trabajo pensado y situado con otres profesiones”.

“La interdisciplina es eso, concluir ciertos objetivos y poder pensar con otres”. Magalí Brown

Ante una situación inesperada, el Hospital Escuela de Salud Mental ha mutado de modalidad de trabajo y atención para cubrir las demandas tan dinámicas como la evolución de la pandemia. Además de las voces que viajan vía telecomunicación, también continúan las necesidades que circulan por los pasillos de la institución. “Debemos acompañar en la cotidianeidad de usuario que allí vive, porque ahí también ha significado una pausa en sus rutinas, horarios de visita, contacto entre elles, compartir un mate, espacios de encuentro y actividades grupales”, asegura Magalí.

(HESM)

El coronavirus nos ha alejado, quizás nos vuelva seres más fríos mientras no haya vacuna. Pero la salida es colectiva. El trabajo por mantener un poco del calor de cada vínculo, ya sea con la charla presencial, el texto o la llamada, jamás se debe apagar. Menos aún con quienes atraviesan entre tanta crisis mundial un malestar interno que precisa afecto y presencia de la salud pública.

(RISaM)

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