Las distintas áreas del sistema de salud público son atravesadas por el advenimiento de la pandemia y el aislamiento social. Entrevistamos a Flavia del Rosso, médica, trabajadora de la Dirección de Salud Sexual, Género e Interculturalidad del Ministerio de Salud de la Provincia de Santa Fe.
Desde el comienzo de la pandemia de coronavirus, el sistema público de salud, su estado actual y su capacidad de respuesta pasaron a ser el tema del que se habla todos los días, a todo momento, en medios de comunicación y redes sociales. Como el número de personas contagiadas, crece el número de femicidios, sin el mismo peso dentro de la preocupación pública y de la agenda mediática. ¿Qué sabemos sobre las perspectivas en torno a la sexualidad y la corporeidad que circulan dentro del sistema de salud público? En horas y semanas monopolizadas por el Covid, ¿cómo trabajan les profesionales de la salud contra las violencias hacia las mujeres y disidencias, por la autonomía y el acceso a la interrupción legal del embarazo?
Con esos interrogantes presentes, Charco entrevistó a Flavia del Rosso, médica, trabajadora de la Dirección de Salud Sexual, Género e Interculturalidad del Ministerio de Salud de la Provincia de Santa Fe. Con un valioso recorrido profesional y militante, del Rosso se formó en Sexología Clínica y Educativa (Instituto Kinsey), es maestranda en Salud Pública (Centro de Estudios Interdisciplinarios, UNR) e integra la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir, el grupo de socorristas Las Anamarías y la Asociación Sexológica del Litoral.
Claro que el intercambio se desarrolló de manera virtual. Al primer mensaje, en la foto de perfil de Flavia no se ve su imagen si no la de un hombre, con su mismo apellido: Domingo Raúl del Rosso. La misma imagen, captura de pantalla de una breve biografía, reseña la vida del Negro, nacido en Gualeguay, militante peronista revolucionario, “simpático y entrador; todo un cuadro de superficie”. Las fuerzas represivas lo asesinaron el 10 de diciembre de 1977, a sus 30 años, “con más balazos en su cuerpo que años de vida: se le contaron 38”, se alcanza a leer.
Los detalles de aquella historia quedarán para otra conversación, como también la presencia de la entrevistada en las tablas del teatro santafesino. En la charla, Flavia da cuenta de los avance en torno a salud sexual dentro de las áreas del sistema público y los objetivos que faltan alcanzar, como el de contar con espacios propiamiente sexológicos. Destaca la importancia de la perspectiva de género y de derechos y de la Educación Sexual Integral. En el contexto actual, celebra decisiones como la de considerar la Interrupción Legal del Embarazo como una urgencia y aboga por su continuidad.
-¿Qué espacio creés que tiene la salud sexual dentro del sistema de salud público?
–Se fue haciendo presente con mucha fuerza en los últimos 20 años, a partir de la Ley de Salud Sexual y Procreación Responsable. Imaginate, ya queda tan antigua, con la moral ahí metida. El tema se fue instalando en la agenda de la salud pública a partir del trabajo feminista, de eso no hay duda. Con gobiernos que han sido más o menos permeables a los reclamos, ha habido grandes avances como al principio de la gestión socialista, y en otros ocasiones ha habido enormes retrocesos. Hay cuestiones que se han ido despejando, por ejemplo, en nuestra provincia la Dirección de Maternidad e Infancia pasó a ser la Dirección de Salud en la Niñez, Adolescencia y Salud Sexual y Reproductiva; y ahora tenemos una Dirección de Salud Sexual, Género e Interculturalidad. Esos cambios en los nombres de las áreas dan la pauta de que ha habido avances y que son permanentes, y que están cada vez más en sintonía con la definición de sexualidad desde la cual nos posicionamos en salud. Además, en Santa Fe tener producción propia de misoprostol es súper positivo y es una señal más que clara respecto del posicionamiento político acerca de la autonomía reproductiva y los derechos sexuales.
Por supuesto, hay muchas falencias, es una cuestión dialéctica en la que se va avanzando. La perspectiva de género es algo que no se incluye en la formación profesional, sobre todo en la de grado y escasamente en posgrado. Sabemos que hay una falencia muy grande en las residencias de ginecología y obstetricia, donde es tremendo que pase. Así, nos encontramos con ginecólogues objetores a la práctica de la ILE, gente que se basa en sus creencias para tomar decisiones clínicas. Venimos de un paradigma que apunta a la reproducción y la procreación responsable: un término tan técnico como procreación, y no de cualquier manera, ¡responsable! Sí, lo que queremos hacer es poner en las manos de la gente las herramientas necesarias para que sus decisiones reproductivas sean las más acordes a sus necesidades y sus realidades, pero, de ahí a decir si es responsable o no…es otro cantar.
Una gran deuda que tenemos es la existencia de espacios de sexología en los efectores de salud, siendo que es una especialidad clínica. Sabemos que las mujeres tenemos alguna dificultad vinculada con nuestra sexualidad y vamos al servicio de ginecología o a la médica o el médico generalista. Los varones lo tienen mucho más acotado, creo que como resultado de esta mirada materno infantil que hemos heredado sobre la salud sexual, que estamos tratando de deconstruir. Todavía la llegada de las temáticas de la salud sexual de los varones está muy relegada.
-¿Puede pensarse en clave de lo que se debate hoy sobre las “nuevas masculinidades” y sus lugares dentro de las luchas feministas?
Creo que sí, que aportaría siempre y cuando se incorpore la perspectiva de género y de derechos en la mirada que se hace sobre la corporeidad y el sujeto sexual. En la sexología, como en cualquier otra área de la ciencia de la salud, hay falencias enormes en la mirada de género. Desde la Asociación Sexológica hemos visto que se sigue manteniendo una formación profesional muy coitocentrista, focalizada en ciertas miradas del cuerpo, y la idea es poder deconstruir eso. Me hace ruido eso de las nuevas masculinidades, porque desde una dialéctica de la deconstrucción no sé hasta qué punto es superadora del binarismo. ¿No deberíamos pensar más bien en nuevas formas de percibirnos como sujetes sexuades? Eso tiene que ver con replantearnos los mandatos y los roles, en relación a nuestro propio cuerpo, disfrute y placer, y nuestros vínculos con las otras personas. Un espacio sexológico sería muy importante y nos serviría para incorporar desde una perspectiva transversal cuestiones que están muy en debate como la adecuación corporal en las personas trans, el habitar ese nuevo cuerpo y las intervenciones vinculadas con los procesos de hormonización y cirugías. También, por supuesto, el proceso de sexuación, de desarrollo sexual y de la identidad de género, que hoy por hoy desde la ESI se está trabajando y no encuentra un interlocutor desde el sistema de salud.
Durante esta situación de excepción provocada por la pandemia de coronavirus, ¿cómo se trabaja en el área de la salud sexual? ¿Qué vulnerabilidades se evidencian?
Ha habido avances catalizados por esta situación, decisiones que fueron gatilladas por la pandemia de cuestiones que eran necesarias. Una es considerar el acceso a la ILE como una urgencia. Eso implica agilizar el acceso a la ecografía y la medicación; garantizar misoprostol en todos los efectores donde se realiza ILE; dar anticoncepción por dos meses por lo menos a las personas que llegan a buscar y a las que se realizaron una ILE; agilizar el acceso a anticonceptivos de larga duración como el diu y el implante. Son definiciones políticas, porque si le doy el anticonceptivo por dos meses en vez de por uno, le cambio la vida a la gente. Si bien son cuestiones que se tendrían haber definido antes, se pudo ahora y bienvenido sea. Esperemos que se mantengan en el tiempo y el año que viene, por más que no haya pandemia, igual que a las personas que buscan un método anticonceptivo se les dé por lo menos por dos meses y no tengan que estar yendo cada 28 días al centro de salud. Que se instale esta idea de que la ILE es una urgencia, porque de hecho lo es.
Otra cuestión muy importante es la atención del embarazo y el parto. Tenemos que mantener ante esta pandemia la cantidad de controles necesarios para garantizar la salud materna y del feto, importantes sobre todo en el último trimestre. ¿Trabajamos en algunos efectores? ¿Ponemos horarios diferentes a personas con otros problemas de salud? Hay gente muy asustada que no quiere acercarse a los centros de salud, entonces cómo hacemos para garantizar el seguimiento del embarazo. Por lo pronto, el Centro Latinoamericano de Perinatología, Salud de la Mujer y Reproductiva (CLAP) plantea no reducir el número de controles y citar a las mujeres individualmente en un horario particular y que no tengan que esperar en sala, con turnos programados. Son desafíos a los que nos enfrenta la pandemia y los iremos resolviendo, aunque tiene también sus efectos positivos, que esperemos se sostengan en el largo plazo.
El lado negativo es la violencia y la dificultad para pedir ayuda, la violencia sexual que sin duda se va a incrementar en la situación de encierro. Hay muchas personas que ya de por sí tienen dificultades para pedir ayuda para interrumpir una gestación no deseada o tomar decisiones respecto a la anticoncepción, porque son víctimas de violencia. Ahora van a ver incrementadas estas dificultades. La pregunta que nos hacemos es cómo hace el Estado para llegar a estas personas, que cada ciudadana o ciudadano conozca dónde pedir ayuda y dónde acceder a un tratamiento que necesita. Ese es nuestro mayor desafío.
¿Cómo se hace efectiva esa decisión para la persona que llega a un efector de salud necesitando una ILE?
Lo que se está procurando es reducir al mínimo la cantidad de consultas, facilitar el acceso a la ecografía y al misoprostol, para que en la primer consulta la persona puede tener la ecografía, hacer el examen físico, el informe de la causal, y si se puede interrumpir de manera ambulatoria, darle la medicación, facilitarle la anticoncepción del posaborto, facilitar el pedido para la eco posterior, y hacer el seguimiento telefónico. Así es como estamos tratando de agilizar el circuito y reducir las consultas. Las solicitudes están llegando a través de los centros de salud, del socorrismo y de las redes sociales de la red de interprofesionales de la salud por el derecho a decidir, la nacional y la regional, también a través del (0800) 222-3444 del Programa de Salud Sexual de Nación.
¿La decisión de priorizar que no haya tiempo de espera, mencionás en el caso de los controles de embarazo, también podría ser positiva a futuro?
En clínicas o sanatorios dan un turno a las 16.45 y te atienden 17.15. Es una mala práctica bastante instalada. Con el Covid se intenta que eso no ocurra. Desde ya que sería ideal que ocurra siempre, en todo el sistema de salud incluyendo a los privados donde se ve con muchísima frecuencia.
¿Pensás que el espacio para la salud sexual en el sistema público puede interpelar el paradigma integral de salud? En particular, en las instancias de comunicación entre profesionales y usuaries.
La salud sexual exige una mirada integral, siempre y cuando se incorpore una mirada de género. Sabemos que en la formación profesional esto escasea bastante y queda acotada habitualmente el enfoque a lo biológico, lo técnico. Un embarazo no deseado puede ser considerado una enfermedad en un sentido amplio, pero no tiene un asidero biológico en el sentido de que una gestación normalmente está considerada símbolo de salud. Cuando una persona quiere interrumpir esa situación, empezamos a hacer cortocircuito por todos lados, porque desde lo biológico está sana, pero está en una situación que no desea y que no puede alinearse en su proyecto de vida, y es justamente desde su salud que necesita interrumpir esa situación. Al momento del diagnóstico y del tratamiento, se empiezan a mover algunas cosas, porque ¿desde dónde atendemos? ¿Cuál es el saber médico que define lo que hay que hacer para ese caso? Lo mismo con las personas trans cuando quieren empezar un proceso de hormonización. La interrupción de la gestación pone en tensión el mandato femenino; y las decisiones de las personas trans de modificar su corporeidad ponen en tensión la “naturalidad” del género como algo biológico, y muestran la construcción social y subjetiva que hay en el género.
Estamos en un brete cuando pensamos que la única verdad está en los libros de medicina, y que la persona que viene no tiene idea de su vida, que llega para que le demos consejos o le digamos qué sería lo normal respecto de nuestros parámetros. Las categorías que sólo tienen que ver con lo biológico nos quedan cortas cuando no tenemos herramientas para comprender el trasfondo social y psicológico y poder dar una respuesta que trascienda la mera vida –como decía Agamben, la vida al nivel de la supervivencia biológica–, una respuesta al proyecto de vida, acorde al deseo, que integre el concepto de placer, de trascendencia. Es muy difícil incorporar esa mirada cuando partimos de un saber médico que no puede dar respuesta a todas las cuestiones de la existencia, que de hecho no es así. La respuesta es desde la perspectiva de género, y no como máquinas de reproducción o de goce, sino como complejidades. Por eso es que hablamos de salud sexual con perspectiva de género así como hablamos de educación sexual integral, porque sabemos que hay modelos que no son en absoluto integrales.