¿Cómo se construye feminismo en el interior del interior? A partir del 2014, La Viaraza Colectiva hace organización desde la resistencia en Sunchales, una “ciudad bien”. Charco se encontró las militantes, que cuentan su historia. Escribe: Agustina Lescano. Fotos: Rosina Almeida.
El 8 de marzo de 2018, en Sunchales se venía la tormenta. En Plaza Libertad, frente al Monumento a la Madre, una mujer hablaba con decisión.
-Parecía mentira, ella decía aborto y caía un rayo- se acuerda Romina Lusso.
La que le ponía voz al discurso era Carina Radilov Chirov. Ella, Romina, Sofía Ramabudo, Mabel Morero y Clara Ibarra militan junto a otras compañeras en La Viaraza Colectiva: la organización feminista de Sunchales.
-En un pueblo chico, el posicionamiento frente al aborto fue difícil. Lo políticamente correcto era la lucha contra la violencia, cuando dijimos que apoyábamos a la Campaña (por el Aborto Legal Seguro y Gratuito), fue otra cosa- pone en limpio Mabel.
-¡Parece tan lejano!- suspira Carina.
Sunchales es una ciudad que en 2010 tenía 20.537 habitantes. Adentro del departamento Castellanos, su idiosincrasia es la de una colonia piamontesa y tradición de cooperativismo. Hay familias con mucha plata de la soja, trabajadores de la fábrica SanCor y empleados de Sancor Seguros. No hay trabajadoras sexuales en las esquinas. Están sólo donde los grandes señores saben, y en la Ruta 34. Tampoco se ven, casi, travas y personas trans porque las detiene la policía antes de entrar la ciudad.
La primera vez que, durante una actividad, La Viaraza quiso izar la bandera de la diversidad en la plaza central, llegó el secretario de Gobierno y les dijo que no las podía habilitar. “Imaginate, después va a venir Libertad o el Club Unión y les voy a tener que decir que sí”, argumentó, frente a las expresiones de asombro y ni tanto de las feministas.
Explican las chicas que los partidos políticos locales son estructuras que se arman para las campañas. Que no hay presencias fuertes del peronismo ni del radicalismo, que alguna vez en los 80 hubo representación de la izquierda pero que hoy no existe, es mala palabra. Cuentan con los dedos: hay ONGs que trabajan consumos problemáticos, infancias, adolescencia; clubes, instituciones como la Sociedad Italiana y el Rotary. No se consigue el Página/12.
-No hay organizaciones jóvenes como nosotras -redondea Carina- digo a nivel de juventud de la organización- y hace reír a sus compañeras. Clara, sentada al lado, es su hija.
-Hay mucho de ‘yo, blanca rica de ojos claros, te doy a vos, negro del barrio Colón’. Nosotras no trabajamos de esa manera…somos raras- agrega Romina, y sube el volumen de la risa general.
Estamos reunidas en el departamento de estudiante de Clara en la ciudad de Santa Fe. Ellas vinieron a acompañar a Carina, que en un rato participa como poeta invitada en el Festival Son horas sororas, organizado por la Colectiva de Mujeres de Arroyo Leyes.
La organización
Mabel, Carina y Romina fueron el germen. En 2014 organizaron dos varietés culturales con artistas mujeres, uno junto a Susy Shock. “No eran estrictamente feministas”, dicen, recordando las formas de anunciar esas actividades.
-Fue muy emotivo porque eran mujeres más grandes que yo, que siempre habían querido subirse a un escenario y les había sido prohibido- cuenta Mabel, y le brillan los ojos claros de gringa- Hoy seguimos haciendo espectáculos de mujeres, y parece mentira que, aunque hemos ganamos esos lugares, en un pueblo chico encontramos varones.
“El feminismo es el ejercicio del pensamiento de la mujer”, dijo Alfonsina Storni. Para esas varietés fue que eligieron el nombre, en un giro irónico. Criticaban esa condición piamontesa, de ser pijoteros, de ser duros. Dijeron somos de acá y en el mismo gesto le otorgaron a eso un nuevo sentido, resignificaron el que te agarre la viaraza: las locas ahora son feministas.
Como las tres son docentes –una jubilada, levanta la mano Mabel- desde aquel comienzo están interesadas en ampliar a la sociedad lo que trabajan en la escuela. Un par de años estuvieron solas, sosteniendo el espacio para el 3 de junio y el 25 de noviembre, compartiendo contenidos, adhiriendo a Ni Una Menos, convocando.
La marcha tras el femicidio de Lucía Peréz fue un momento en que muchas se acercaron a participar. Hoy son 18 mujeres de distintas edades y recorridos de vida. También hay diferentes miradas profesionales, muchas son docentes, otras trabajadoras sociales, futuras terapistas ocupacionales, abogadas, artistas, comunicadoras. A medida que se sumaron las nuevas compañeras, el nombre también se agrandó: se formó La Viaraza Colectiva.
En un ambiente adverso, donde la derecha abunda, supieron convertir la resistencia en organización. Tienen asambleas mensuales y están en camino de ser ONG, como formalidad estratégica. “No es para buscar socios que paguen la cuota porque no los vamos a conseguir” aclara pícara Mabel.
Ven muy clara la necesidad de formarse y discutir internamente, así como la importancia de construir participación y moverse en el territorio. En octubre viajaron juntas al 34° Encuentro Nacional de Mujeres en La Plata y volvieron llenas de interrogantes para discutir.
-También volvimos con mucha energía, yo me asombré de animarme a manejarme sola en una ciudad como La Plata que es enorme, y no sentí miedo, porque estaba lleno de mujeres; lo mismo que en el Congreso cuando se debatió la ley del aborto legal- destaca Clara.
Comparten lecturas en una peña semanal, “por la afinidad y por reunirnos, por la amorosidad y por encontrarnos…por comer”, dicen. Esas lecturas colectivas, con forma de tertulias dialógicas, siguen construyendo feminismo dentro de la organización. “Hay temas candentes sobre los que todavía tenemos que posicionarnos o no, pero al menos llevamos los debates hacia adentro”, explica Sofía Rambaudo, parte de la generación de las hijas en la grupa.
Los territorios
Uno de las discusiones abiertas en La Viaraza es cómo trabajar en los barrios, y convocar en esos territorios para que se sumen a participar en la orga. Sienten que Sunchales las lleva a ser un feminismo de clase media, tal cual define Sofía.
En esa línea, Carina reconoce que a veces cuesta dimensionar el impacto de algunos pequeños detalles. Recuerda a un alumno de la escuela donde trabaja, contento de ver en la vecinal la bandera de la diversidad como si fuera una Marcha del Orgullo, una vez que organizaron una feria en el barrio Sur. Era la misma bandera que el funcionario municipal no había permitido izar en la plaza.
-A veces no se trata de grandes estrategias sino de pequeños gestos que muestren otra forma de habitar los espacios- reflexionan Carina y sus compañeras.
Para el 2020 se proponen acercarse a más personas, seguramente comenzando por la dimensión de la cultura, con fútbol femenino, más ferias, actividades que puedan “ayudar a abrir el diálogo, porque no queremos bajar con teoría, sino acompañar, brindar herramientas, contar que está pasando en concreto en la realidad de Sunchales”, afirman.
Todas las integrantes de La Viaraza son cis y Sofía es la única lesbiana. Colectivamente luchan para que Sunchales sea una ciudad más inclusiva y convocan a las disidencias desde su discurso. Pero a las identidades alejadas de la cisheteronorma no les es fácil hacerse visibles y no están realmente habilitadas a militar, en una sociedad tan chica y cerrada que no permite la expresión de todas las personas.
-Por la calle no ves lesbianas ni gays de la mano, no ves travestis, ni travas, ni personas trans -describen, cansadas- Existen, las conocemos, están en las escuelas, hablan con nuestra organización.
-Las que estamos sabemos que nos tenemos entre nosotras para remarla en nuestras familias, en nuestros trabajos, en la ciudad – dice Sofía.
En muchas partes donde no hay nada, lo único que llega es la escuela. En la que Carina trabaja como directora, la ESI está –felizmente- incorporada al proyecto institucional de forma trasversal. En 2019 se llevó a la práctica con actividades y dentro de las ruedas de convivencia.
-Ahí ves la importancia de que la dirección habilite. Si no, la ESI queda solamente en buenas voluntades, en un proyecto institucional- señala Mabel, y marca también la importancia de que la docencia haya podido acceder a cursos, algo que solía usarse como excusa.
Cuando se hicieron las reuniones con las familias, hirvió en Sunchales lo que se viene cocinando en toda América Latina. Las únicas quejas entre 500 estudiantes vinieron de personas vinculadas a iglesias evangelistas, enclavadas en los barrios.
-Ahí ser gay o trans es anormal y asustan a la gente con que la ESI es el diablo que viene a producir catástrofes a nivel mundial- gráfica Romina.
También dentro del nivel institucional, como docentes y como militantes de La Viaraza para 2019 habían han logrado tejer redes con la Protección de Niñez y Adolescencia de la provincia, sobre todo para trabajar situaciones que las chicas le comentaban a las preceptoras. Romina forma parte del Equipo de ESI y en su momento junto con la Subsecretaría de Políticas de Género y Diversidad provincial articularon felizmente para acompañar en su proceso a un varón trans.
-Desde la Escuela traccionamos para capacitar al hospital local, para que la psiquiatra entienda que no estaba atendiendo una patología- puntualiza Carina.
La piedra en el zapato
Hay vías de articulación puntuales y otros espacios donde hay que remarla más. No siempre hay una compañera feminista para contener, exigir y potenciar. Se vuelven una y otra vez a afirmar como una organización autogestiva. La premisa que tienen para el 2020 es ser la piedra en el zapato de la gestión municipal.
-No somos una organización de socorro pero nos llegan situaciones de vulnerabilidad y de violencia todo el tiempo, y tenemos que derivarlas. Cuando el Estado hace agua, somos quienes tenemos que hacerlo visible. Es nuestro rol y nos cuesta, porque cuando te llega un llamado a la madrugada, o hay una mujer sola o con chicos en una casa que se llueve o en la calle, y sabemos que no va a haber respuesta del otro lado, nos agarra la desesperación- pone en palabras Carina la militancia de todas.
Los medios cubren sus actividades, tienen una buena relación. Ellas tienen el ojo entrenado de tantas veces de marcar publicaciones con dichos misóginos, sexistas, o que brindan nombres de infancias de manera irresponsable, o con declaraciones de un profesional de la salud que dice cosas horribles y antiderechos. Etcétera, etcétera. En un lugar donde se conocen todas, las tratan de impresentables.
-Imaginate que se quejan por una senda peatonal pintada de colores…- dice Sofía, revoleando los ojos para arriba.
-Igual no se meten demasiado con nosotras porque tenemos un sustento teórico fuerte y cuando nos salen al cruce con algo, nos tomamos el trabajo de buscar los artículos y responder con fundamento- dice Romina.
-Y si no…¡carta documento! – interviene Carina y se vuelven a reír.
Hubo tres varones que sacaron captura de pantalla de una foto subida a la historia de un instragram personal y la publicaron tratándola de mala docente, mala directora, que debería darle vergüenza. Uno de ellos, el Héroe de Malvinas de Sunchales. La foto era de una feminista con el pañuelo verde, una mujer descansando, de un chiste entre amigas, de una trabajadora haciendo paro el 8 de marzo. Las compañeras salieron a responder la publicación y mediante carta documento, los tipos tuvieron que retractarse públicamente en la misma red social.
En la primera asamblea del año, el 15 de febrero, comenzaron a trabajar en el calendario del año. Resolvieron las acciones para el 19F, el más reciente pañuelazo por el aborto legal, seguro y gratuito; y para el Día Internacional de la Mujer Trabajadora . El domingo 8 de marzo, a la tardecita, intervinieron la plaza de Sunchales. Con cuerpos dibujados en tiza y con sus cuerpos propios, denunciaron las 68 víctimas de femicidio que ya se anota el 2020.
A la par, elevaron un petitorio a la Municipalidad. Solicitan que se haga una estadística cruzando datos entre las denuncias que se reciben en el Centro de Atención a la Víctima, las llamadas a la Guardia Urbana Sunchales, las denuncias en la Comisaría de la Mujer y las situaciones que registran las trabajadoras sociales en el hospital.
No es la primera vez que van tras ese pedido. No hay información reunida para que tenga impacto la cantidad y gravedad de las situaciones de violencia que hay en la ciudad, y así se obstaculiza el reclamo por políticas públicas.
La Viaraza Colectiva comienza un nuevo año, con una agenda cargada de actividades, reclamos y fechas feministas, para seguir construyendo militancia y organización en el interior del interior.