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Crónicas

La hora de los murciélagos

De La venganza será terrible de Dolina, pasando por la tele de trasnoche y el streaming atemporal, siempre ha habido gente deambulando por la casa, tejiendo inconscientemente comunidades a través del sonido y las pantallas. Cuando aún se asocia la nocturnidad con la vagancia, es necesario narrar las formas subjetivas en que habitamos los momentos del día.
Texto y collages: Ana Cornejo

 

Esta vez

Voy a hacer lo que yo quiero hacer

Esta vez

Voy a hacer lo inesperado, a ser

“La noche eterna”, de Él Mató a un Policía Motorizado

 

Cuando tuvo la oportunidad de hacer su programa Demasiado tarde para lágrimas en la Radio El Mundo, Alejandro Dolina aceptó el horario marginal de la grilla: a la medianoche, traducción del escaso interés en su propuesta radial. Inesperadamente, la amalgama de humor, música, historia y teatro consiguió adeptos, un público preponderantemente joven que no tenía tanto problema de dormirse tarde y que se enamoró de la radio como compañía en su nocturnidad.

Fue así que el programa mutó en La venganza será terrible y cambió las bases de la experiencia de la radio, volviéndose colectiva, calurosa y movilizante. No solo en la escucha, sino que la gente, instintivamente, se fue arrimando de a poco al estudio, hasta que las cabezas de la empresa se empezaron a preocupar de que haya una multitud a la madrugada y el conductor, en lugar de amoldarse al estándar, se fue a un lugar que pudiera albergar la radio con público en vivo.

Por más de 30 años, Dolina ha sido esa voz del otro lado que congrega, entretiene y conmueve, que es sostén para quienes habitan la noche y encuentran en ella lo que no es posible en el día. Y cuando se tuvo que adelantar la apertura del programa a las 20, se le sumó el sustantivo “matiné”, como cosa de chiques, en defensa de que la espina dorsal de La venganza es el trasnoche.

En una entrevista de La Gaceta en 2021, habla de la combinación de la radio y la música con la noche: “la solución a un insomnio fatal y tremendo, que después resultó productivo. Pero también la ocupación de un espacio en donde todo lo que uno cuenta tiene otro tamaño. Los sueños tienen otra dimensión y algunas cosas que son imposibles a las once de la mañana son posibles a la madrugada. Alguna noche decimos ‘mañana voy a ver a fulana, voy a decirle que la quiero’ o al revés, ‘mañana mismo voy a ver a fulana para decirle que no quiero verla más’. Esos fantasmas a la noche son totalmente verosímiles, uno se los cree. Y al otro día sale el sol, aparece nuestro espíritu pequeñoburgués y todas las gestas libertarias que íbamos a emprender las dejamos para otro día, para otra vida”.

Casi en diálogo, una canción de Babasónicos dice que la noche es un país imaginario, donde lo insignificante luce como joya envuelta en humo, donde más es más y se desea más.

Pero por fuera de este ritual y de quienes participan de él, hay una clara jerarquía social. Arriba, el trabajo, el esfuerzo, la rutina, la jornada, el horario del trabajo y de la escuela, el transporte público. Todo lo que sea en horas diurnas. Abajo, el descanso, el ocio, los bares, los boliches, los videojuegos, las películas y series, la gira, la ranchada, el desvelo.

Culturalmente se hace casi inconcebible que se pueda hacer algo productivo a la madrugada, e innegable que quedarse despierto a altas horas sea signo de vagancia. Si al que madruga Dios lo ayuda, ¿quién ayuda al que se acuesta al amanecer?

 

 

 

No se metan a streamear si no están acostumbrados

 

Tal vez las juventudes que escuchaban a Dolina en los 80 ya no sean tan jóvenes y, si bien el público se renueva, hay otras frecuencias que se abren.

Más de una generación crecimos con la tele como compañía nocturna, y haciendo zapping posiblemente habremos visto por primera vez un anuncio de “Llame Ya” ofreciendo productos increíbles y absurdos con los números telefónicos para cada país, alguna película de bajo presupuesto, los famosos canales porno como Venus o los mensajes de salvación de pastores evangélicos brasileros.

En esa tierra de lo random, lo kitsch y lo inimaginado aterrizaron por los años 2000 esos extraños programas de juego como Call TV o Clase X, que con su formato barato y sus desafíos ridículamente fáciles te obligaban a llamar o mandar un SMS para intentar llevarte el premio.

Ya en tiempos de pandemia, la cuarentena obligatoria alteró la vivencia del tiempo de muches, en un fluir continuo de trabajo, estudio y vida en casa y, en ese caos, las voces virtuales a toda hora fueron el soporte de muches. El streaming se potenció y aparecieron un montón de personajes que hoy son generadores del contenido que diariamente circula por las redes, desbordando YouTube, Twitch y Discord como los auditorios de antaño.

En un episodio del programa de radio con streaming Paren la mano (que no suelo seguir porque apunta principalmente a un sujeto varón paki) aparece el término “all nighter”. En palabras de Luquita Rodríguez, uno de sus defensores acérrimos, “ser all nighter es anticapitalista. Entiende que no todo es productividad, y que ese tiempo es importante, constructivo. Es alguien que crece de noche”.

Por este canal ha pasado el actor Diego Peretti, a quién también lo definieron como all nighter. “Vivo mucho de noche, pero no de salir sino de estar en casa leyendo o escribiendo. A esa hora no te llaman, no surgen problemas, está bárbaro. Quizás por la edad ahora duermo más, me levanto tipo 9 porque el mundo ya arrancó y me gana la culpa”, dice en la entrevista.

¿Cuántas veces nos habrá pesado ese sentimiento tan cristiano, al punto de dormir muy poco para levantarnos temprano? ¿o de avergonzarse de que trasnochamos? Más allá de los mandatos morales o laborales, muchas personas eligen este horario porque logran apropiárselo y vivirlo en potencia.

 

¿Qué haces despierte a esta hora?

Cuando tiene que cursar o cumplir alguna responsabilidad al otro día, Gothy se estira hasta las 4 de la mañana para estudiar materias de psicopedagogía y producción editorial, pintar cuadros que luego vende o para trabajar en sus propios proyectos visuales y literarios. Es sus noches de ocio puede quedarse hasta que sale el sol viendo series y películas, leyendo algún libro, rancheando con amigues o con su novio.

Busca este ritmo porque le ofrece tranquilidad y fluidez para la inspiración que el arte requiere. “Desde la adolescencia soy muy noctámbula. Disfruto muchísimo de la noche y lo que esta me trae. Menos movimiento, menos personas, mucho silencio”.

Gothy considera a la noche como su fiel compañera junto a sus gatites, el mate y el té. También algune amigue con los mismos hábitos cuando hay un examen de por medio. No lo cambiaría por nada y, si no tuviera que cumplir tantas responsabilidades, afirma que viviría felizmente de noche.

“Siempre se relaciona la noche con salir de joda, pero tiene su encanto a la hora de estar totalmente en paz y sobre todo al estar conectados con nuestra esencia que muchas veces la dejamos muy apartada por vivir el día tan acelerado y enfocado en otras cosas. Hay que bajar un cambio y contemplar”, asegura.

Diego estudia para ser contador público, y entre los ruidos, estímulos y movimientos que impiden la concentración durante el día, elige dormir y activar después de las 20. Es algo que ha intentado cambiar, pero termina recayendo a esos horarios en los que se desempeña mejor.

Además de estudiar, a la noche lava la ropa, limpia la casa, se baña, cocina para el momento o meal prep para el otro día. Cuando está más tranquilo de obligaciones mira YouTube, series, juega online con amigos o hace juntadas.

Sin embargo, para lo académico prefiere la soledad, con lo-fi sin letra de fondo para no distraerse y ponerse a cantar y bailar. A veces, algún podcast o video que no requiera mucha atención visual. Otras, el silencio nocturno es suficiente.

Diego tira su teoría de por qué algunas personas habitan más la noche: “en la evolución humana, se pasó al sedentarismo muy rápido, lo que hizo que los que cuidaban la aldea de noche estén de día sobreestimulados. Esos que cuidaban a la tribu de depredadores nocturnos no se pudieron adaptar tan bien a la nueva sociedad donde ya no eran requeridos”.

A los 11 o 12 años, o quizás antes, Ireí ya se quedaba hasta la madrugada leyendo ciencia ficción. Considera que su relación con la noche ha ido cambiando. Ahora esas lecturas devinieron en textos de comunicación social, y tiene que trabajar con niñes a la mañana, mientras que a la tarde cursa materias. Por lo tanto, esas últimas horas del día es el tiempo de estudio y de trabajos prácticos.

Recuerda el momento de la pandemia y cómo, al estar con su familia, se separaban las tareas domésticas y a veces se encontraba a las 3 de la mañana lavando los platos, con música chill o un podcast de fondo.

“Siempre me costó mucho acostarme antes de la medianoche y activar temprano. Mi mamá sí es de madrugar y a veces se da la situación extraña de encontrarnos cuando ella se levanta y yo sigo despierte. A la mañana soy un zombie, solo puedo hacer cosas prácticas como ponerme a limpiar, pero estudiar no”, dice.

Ireí reconoce que hay una cuestión circadiana de que el cuerpo descansa más profundamente de noche, pero que en lo subjetivo hay muchas formas de vivirlo. “Hay algo de que ‘la mañana es el mejor momento del día’, pero creo que depende mucho de cada persona”.

Como en una escena de Medianoche en París o de Una noche en el museo, a la madrugada se dan las condiciones propicias para que la imaginación emerja: “a nivel ‘estadístico’, soy mucho más creative a la noche que a la mañana. Las cosas que he hecho bien y requieren concentración y creatividad suelen ocurrir en ese horario”.

Es en las narrativas noctámbulas que se resignifica la forma en que concebimos el tiempo, pudiendo convertirse en un momento en que las máquinas del sistema se apagan para encender otras, más ligadas al difamado ocio por no parecer productivo.

Haciendo metáfora de la idea de vagancia, en la naturaleza el murciélago es ese bicho feo, temido, transmisor de pestes, que muches no saben de qué especie es y que se contrasta con la belleza de las aves. Pero entre sus alas se esconde un misterio, al volar en un no-tiempo a través del cielo vacío de ruidos artificiales, cuando el mundo para y solo algunes tienen la fortuna de estar despiertes y verlo con otros ojos.