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Crónicas

La calle de quién

Se hace tarde, emergen las vulnerabilidades. ¿Tenés remis de confianza? es una pregunta frecuente. Y del otro lado, ¿cómo se vive la noche? Ana Cornejo conversa con una remisera y con una taxista, de las dos orillas del charco, sobre lo que implica trabajar en un rubro masculinizado y la necesidad de generar más oportunidades para mujeres y disidencias.
Texto: Ana Cornejo | Fotos: Floriana Lazzaneo

Enero de 1950. En el Puerto Nuevo de la Ciudad de Buenos Aires se realiza una ceremonia para celebrar la creación del Sindicato de Peones de Taxis, el primer organismo gremial para defender los derechos de trabajadores del rubro. Entre el público está sentada Evita, impulsora de esta conquista y, en conmemoración, cada 7 de mayo, en su natalicio, se recuerda el Día del Taxista.

Irónicamente, la historia no le hizo justicia a las mujeres tras el volante. En 2019, el Banco Interamericano de Desarrollo realizó una encuesta junto a Uber e Ipsos en Brasil, Chile, México y Colombia, que determinó que sólo el 6% de las contratistas de viajes en la app de Uber son mujeres.

En Argentina, el otorgamiento de licencias a taxistas y remiseres no está regido por una ley nacional, sino que depende de la jurisdicción de cada municipio. En algunos existe el cupo femenino de 50%, como Rosario y Córdoba. Pero en otros se sigue rigiendo según un orden de mérito por antigüedad de años de trabajo registrado, sin distinción de géneros, lo cual hace que ese listado siempre sea encabezado por un mayor número de varones. Ésta última es la situación actual de Paraná, Santa Fe y la mayor parte del país. 

“Este rubro es totalmente machista, cuando nosotras aparecíamos en un vehículo era como ponernos en vidriera para ver qué comentaban los hombres de nosotros”, afirmaba Cristina Mazzini, presidenta de la Asociación de Mujeres Conductoras de Río Cuarto (AMCR), en el marco del primer Encuentro Nacional de Mujeres Taxistas y Remiseras, que fue en julio de este año, precisamente, en el imperio cordobés. Contó con la participación de la Asociación Femenina de Taxistas Córdoba (AFeTaC), la Cámara de Remises y Agencias de la República Argentina (CRARA), CRARA Mujeres, AMCR, la Asociación Mujeres Taxistas (AMTA), entre otras organizaciones de todo el país.

Por otro lado, el movimiento por el espacio público, en determinados lugares y horarios, repercute de distintas maneras en los cuerpos. El miedo a perder mucho más que un celular atraviesa a femeneidades e identidades disidentes que, lejos de ser irracional, se funda en la experiencia en carne propia: el acoso callejero se sitúa como el tipo de violencia más común en mujeres desde los 13 años (de un 97% según la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer), y poco denunciado como delito. 

Foto de Floriana Lazzaneo

La circulación de transeúntes baja, las cuadras se estiran hasta hacerse infinitas. Sin farola, la penumbra corta el paso, obligando a les valientes a zambullirse ciegamente en ella. La parada del cole está vacía, no da quedarse ahí esperando. No querés mirar el celular, que el brillo o algún sonido te delate. Un desierto de gente, donde cualquier ruido cercano te agita el ritmo corporal. Volteás, no hay nadie, seguís sin parar. Los pasos se vuelven un vuelo raso en la noche. El eterno retorno, un infierno.

La posibilidad de caminar no deja de ser una forma de ejercer el derecho al acceso a la ciudad, que además afecta a la economía propia. Moverse de noche es caro y te puede costar la vida. Si los propios pies o amigues que te hagan la gamba no son opción, no queda mucho más que depender del misterio tras el volante, una caja de sorpresas a la que se entra con el terror de que pase lo peor.

Este año se presentó en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires La mala víctima, donde Manuela Ponz pone en palabras todo lo que vino después del acto de violación por parte de un taxista en 2015. Pero esto no es una preocupación exclusiva de las grandes urbes: Manuelas hay por todo el país. En este momento se está juzgando al taxista Nelson Germán Servín, acusado de intentar asesinar a una trabajadora sexual en un descampado al este de Paraná en 2019. Tampoco se trata de excepciones: un “avisame cuando llegues”, “mandame la ubicación”, “sacale foto a la patente” y “¿ya llegaste?” son la regla.

Al detectar esta doble problemática (en las usuarias y en su propio trabajo), muchas remiseras y taxistas han empezado a activar iniciativas para garantizar una alternativa laboral y mayor seguridad a les pasajeres. Durante los últimos años han aparecido numerosas apps y sistemas como Sara (Estados Unidos), She Taxi (Rosario) y Ubre (La Matanza) o Sororidad al Volante (Conurbano).

“Es una salida laboral importantísima”

Vanina Vaillard nació en Paraná y vivió gran parte de su vida en Córdoba. Practica meditación y se define como una persona espiritual: la muerte de su mamá y su papá por cáncer le dejó una pesada carga al volver a su ciudad natal. Conseguir laburo le resultaba muy difícil, pero se sabía las calles de memoria.

–Un día me subí al remis y no me bajé más. Ni bien pude me compré el auto y manejé mis horarios, lo traté de dejar lindo porque, además de mi auto particular, era mi medio laboral. Me quedaba mucho en las calles, recordaba todo porque recorría mucho. Hace seis años arranqué probando los fines de semana, a veces trabajaba 12, 13, 14 horas… fue tremendo, pero era una necesidad. 

Actualmente su horario sigue siendo nocturno y se coordina con dos choferes. Mientras que de día es común encontrarse con otres remiseres en alguna esquina y tomar mates, la noche es más solitaria. A veces va con copiloto: su gata India.

Cuenta que el boliche es una parada obligatoria cuando arrancás a trabajar de noche. “Empecé con mucha desconfianza porque levantás puros borrachos. Por el hecho de ser mujer, siempre traté de llevar chicas o gente que me agrade”. 

Cuando alguien llamaba a la empresa preguntando por alguna chofer mujer, la mandaban a ella, por recomendada. 

–Una vez, una chica me pidió mi número, y luego lo puso en un grupo de Facebook y de ahí fue un cambio rotundo.

A diferencia de la forma de trabajar de ciertas apps, la remisera opta por no distinguir entre varones y mujeres. “Tengo clientes de todo tipo: gente grande, nenitos… el beneficio es más bien conocer a quién voy a buscar”.

Relata que, cuando recién arrancaba, levantaba mucha gente en el casino Neo de avenida Almafuerte, donde tuvo su peor episodio. “Estaba muy desprevenida, llevé a un señor y cuando llegamos me pasó el brazo y me defendí como pude, toqué la bocina y empezó a salir gente. Nunca más nada, no sé si porque se me despertó el ‘a ese no lo llevo’ o qué”. 

–Siendo mujer, ¿tuviste barreras para insertarte en el rubro?

–Depende de la personalidad de cada uno. Es un trabajo rudo, y necesitás poder para manejar las situaciones, como que te digan “¿sos casada?” o “qué linda que sos”. Todas las remiseras que conozco son de carácter fuerte, se hacen una coraza.

Foto de Floriana Lazzaneo

También hace énfasis en que muchas mujeres se separan y tienen la posibilidad de comprar un auto en cuotas y trabajar. “Es una salida laboral importantísima, siempre va a haber trabajo y conseguís tu platita”.
En ese sentido, Vanina insiste en la necesidad de que exista mayor regulación en el sector. “La mayoría de las propietarias son mujeres que tienen choferes, quisiera encontrar la manera de conseguir un amparo legal para formalizarlos sin que se vuelvan una carga económica para el propietario y no tener que pagarles monedas. El auto tiene desgaste y te demanda un montón, es difícil para una mujer, cuando tenés que meterle mano y lidiar con cosas que muchas veces no sabés, lo cual te obliga a depender del mecánico”.

“Es un rubro tradicionalmente masculino”

Una escena se repite. Luego de que una compañera fuera asaltada y golpeada por un pasajero, Miriam se quedó con muchas ganas de hablar. Es santafesina, trabaja de taxista e integra la Asociación Nosotras Conducimos. Al divorciarse y tener un hijo con autismo que requería traslados para sus terapias, sí o sí necesitaba un laburo con libertad de horarios, por lo que eligió el taxi.

–Aprendí a ser taxista en el taxi. La profesión es romantizada, en realidad es un duro trabajo, muy estresante.

Algunos la han tratado de psicóloga, de bolsa de boxeo de palabras. También ha habido quien le regala comida, flores, adornos. Una vez le dieron un rosario. Y a esa amabilidad la trata de replicar hacia sus clientes. “Las mujeres mismas que toman taxis o remises conducidos por otra mujer dicen que viajan más seguras y tranquilas. No solo las más jovencitas, también lo he escuchado de señoras muy mayores. Lamentablemente es un rubro tradicionalmente masculino”.

Miriam también continúa trabajando en su empresa pero está organizada. La Asociación Nosotras Conducimos está conformada por remiseras y taxistas de la ciudad de Santa Fe y Santo Tomé. “Conquistamos un espacio de diálogo con las autoridades municipales. Estamos todas para apoyarnos”, señala al respecto.

Asegura que el respeto de sus colegas llegó después de mucho machismo. “La realidad es que muchas mujeres viven a merced de un maltratador porque no tienen trabajo para mantenerse, hay que darles más oportunidades. En todos los ámbitos debería aplicarse el 50% de cupo femenino. Todas quisiéramos que haya más empleo con la misma paga para nosotras”.

Vanina también trabaja para una remisería convencional, pero aún así ha tenido interés por She Taxi. “Una vez me comuniqué para implementarla en Paraná, pero sucede algo muy triste: a pesar de que somos muchas de noche, hay poca empatía entre las mujeres. No sé si es competencia o qué. No logro reclutar mujeres, la que consiguió un auto y trabajar no le da bolilla a nadie, prefiere estar sola. Distinto es con los varones, por quienes de cierta forma me siento protegida porque están atentos a mi seguridad”, y diagnostica la idiosincrasia de Paraná: “mi número lo tiene media ciudad, lo que acá funciona es el boca a boca. No podría estar cumpliendo con una app además de mis clientes”.

¿Qué pasa con quienes han sido acusados por hechos de violencia? La remisera paranaense comparte: “Han sucedido muchas cosas, tenemos identificados a los choferes que han pasado por situaciones, pero dejan de trabajar un tiempo y vuelven en otros autos. La empresa hace suspensiones, pero se van a otra. En la Cámara de Empresas de Remises se comparte la ‘lista negra’, pero no las que no están adheridas. Algunas no piden el carnet de conducir, menos se interesan por qué ha hecho el tipo”.

La ola del feminismo de los últimos años trajo consigo la importancia de tomar posición. Ante la urgencia de tejer redes, Miriam se hace eco con Vanina del otro lado del charco: “soy feminista, que es algo que no suelo compartir con otras mujeres del rubro. Aún hay una visión del mundo donde se asume el machismo, se excluye la diversidad sexual y se resiste a cuestiones como el aborto. Es una realidad entre nosotras que debemos cambiar”.

Son las tres aeme. El movimiento acorta las cuadras y teje un hilo de luces: esa fugaz mirada speed de la que cantaba Federico Moura. Desde el confort del asiento trasero, la boca de lobo urbana se disipa. Vanina toca la bocina cuando ve a un colega. El mate no está, la pandemia dictó su ausencia, pero cuenta con la compañía de la radio emitiendo cumbia para no olvidar que es sábado. A la música se le acopla el tintineo del atrapasueños y la mano de hamsa que cuelgan del espejo. La remisera llega a destino, pero no se termina de ir, su mirada te acompaña hasta que encontrás las llaves y entrás a tu casa.