Después de 12 años, el Estado Nacional vuelve a preguntarse por su población, online y golpeando la puerta. El censo sigue siendo la principal forma de recabar datos y generar estadísticas como base de políticas públicas que respondan a las necesidades actuales. Tres censistas de distintos territorios comparten instantáneas que se unen en el collage colectivo del pueblo.
Texto: Ana Cornejo | Collage: Érika Vön Furth
El feriado de la década. A media semana, te despertás pasadas las 10 con toda la paz del mundo, en pijama y pantuflas, acovachade del frío por un otoño con delirios de invierno. Tomás un té, café o mate y sentís la tranquilidad del día en el que el país se detiene.
Otres madrugaron y salieron a la calle para fotografiar al pueblo, como a un animal indómito que solo se lo puede agarrar dormido. Este 18 de mayo miles de censistas, con planilla en mano, bolsa de tela, credencial y pechera con el eslogan “Reconocernos”, pasan puerta por puerta con preguntas sobre lo que hay del otro lado.
Los censos permiten conocer, según distintos criterios y dimensiones, la cantidad de habitantes y su calidad de vida, y cimientan las bases que orientarán el próximo censo. Si bien se trata de un relevamiento de datos, se hace un muestreo más grande que en la mayoría de las investigaciones científicas, con una amplia participación de la ciudadanía.
Pasaron 12 años desde el último censo nacional. Es mucho tiempo para un país, los números nunca son exactos (si bien sí una aproximación importante), las preguntas dejan resquicios de lo que el Estado no quiere saber, o que sí quiere pero no sabe cómo preguntarlo. Ese vacío de la no pregunta puede volverse una necesidad para el futuro.
Los censos en Argentina cambiaron muchísimo: quiénes son ciudadanes censables, qué de elles es relevante, de qué forma se censa y se relevan los datos. Edad, sexo, estado civil, nacionalidad, provincia de nacimiento y profesión u oficio era lo importante en el primero, en 1869, y con los años se modificó la cantidad y la calidad de las preguntas. Dejar de hablar de inválidos, huérfanos, cretinos, opas, imbéciles, estúpidos y con bocio o coto para que el relevamiento fuera cada vez más fiel a las vivencias subjetivas.
Los censos también responden a cada proyecto político que tuvo el país y hacen énfasis en distintos aspectos coyunturales: la educación con Sarmiento, la producción y la inmigración europea con Uriburu, la vivienda y la situación laboral con Perón. En 1991 se profundizaron las preguntas sobre la salud y cobertura social de la gente. En 2001 el Estado se preguntó por primera vez por la pertenencia a pueblos originarios, y en 2010 por la identidad afrodescendiente y jefes y jefas de hogar del mismo sexo.
Con la creación del INDEC en 1968 se supuso el censo como política de estado ininterrumpida, siguiendo con la recomendación de la ONU de censar a la población cada 10 años, lo que no quita que el contexto político, social y económico del país influya en el cumplimiento de ese estimativo.
Undécimo censo
Luego de ser postergado dos años por la pandemia, el Censo 2022 nos agarra con otras realidades de las que suponemos pero sabemos poco. Se implementó la modalidad digital para llegar a la gente de manera más rápida y eficaz, se incorporaron preguntas por la identidad de género más allá del binarismo hombre-mujer y se censó por primera vez a personas en situación de calle.
A pesar del salto temporal de 12 años, este censo no llegó 100% deconstruido. Sigue hablando de forma arcaica de jefe/jefa de hogar, preguntando por el sexo registrado al nacer, ignorando la formación en instituciones de educación especial y desconociendo el trabajo comunitario como actividad laboral.
El formulario arrojó como primeros resultados una población argentina de 47.327.407 (47,05% varones, 52,83% mujeres y 0,12% identidades no binarias), con un crecimiento denominado “positivo y moderado” que se explica a partir de la inmigración y el envejecimiento.
Reconocer la diversidad
Laura Moyano es una paranaense de 21 años, estudia cine, se define como proyecto de artista y su lema personal es que siempre hay que hacer las cosas por la anécdota. Así fue como este año se anotó por primera vez para censar, y le tocó las viviendas particulares de su zona. Ya tenía la experiencia de haber participado en mesas electorales, pero ahora la gente no tenía que ir hacia ella, sino a la inversa.
“Creo que el censo es algo surrealista. Me imagino una conversación: ‘¿en tu país cómo saben cuántas personas hay? En el mío las cuentan casa por casa’. Re loco, pero a la vez re lógico. Me daba curiosidad ver ese proceso por dentro, fue como estar en un pedacito de la historia”, dice entre risas. “Generalmente uno va conociendo paulatinamente a las personas con las que se relaciona, y acá tuvimos que invadir el espacio de la gente sin conocerla, y sin embargo se abrió mucho”.
En el relato de Laura, el encuentro produce extrañeza y contrastes, y una razón para detenerse frente a historias de las que se desprenden pequeños fragmentos cotidianos. “Fue una experiencia muy humana, porque de cierta forma estás entrando a la casa de los demás. Antes pensaba que iba a ser más pimpampum, pero mucha gente tenía ganas de hablar. Terminás conociendo más a las personas que viven a tu alrededor, muchas historias una al lado de la otra, con paralelismos como una familia con muy buen pasar y al lado otra que apenas llega a fin de mes”, detalla.
Ante el frío, a la joven censista le sorprendió la calidez de la gente, al invitarla a pasar y comer algo, tomar un café o ir al baño, “una respuesta muy linda, consciente del esfuerzo que estábamos haciendo”.
Respecto a las preguntas, “algunas eran más difíciles de hacer porque iban a lo sensible, como cuántos hijos vivos tenés… no sabías cuál era la realidad que tenías delante tuyo. En general las preguntas fueron bien recibidas, con temas más complejos para algunos como identidad de género. Y cuando no, traté de tomármelo de manera imparcial y no ponerme a discutir uno por uno”.
Muches censistas fueron jóvenes que decidieron involucrarse en el momento histórico. “Me interesaba vivirlo, ver qué pasaba, cuántas horas llevaba, el laburo detrás, y también aportar mi granito de arena”, afirma Catalina Ruffini. Tiene 22 años, creció en Maciá, actualmente estudia trabajo social en Paraná y se sumó para ser censista cuando una compañera le dijo que necesitaban gente para su radio.
Ante los miedos previos al día del Censo, como por ejemplo a los malos tratos de la gente, Catalina valora el compañerismo del grupo de trabajo que le tocó. “Nos contuvimos entre todes, y el jefe de radio siempre estuvo ahí para sacarnos las dudas y acompañarnos”.
Reconoce que la tarea fue agotadora en todo sentido y que debía estar muy atenta a que nada se escape al censar, “pero aún así lo disfruté un montón”.
En el campo
Una constante a partir del Censo de 1895 es el crecimiento de la vida urbana, en contraste con una población rural cada vez más escasa. Esto genera que las políticas públicas tiendan a priorizar las realidades de quienes habitan en ciudades, sobre todo si se trata de las grandes urbes. En zonas rurales del interior del país y en barrios periféricos se acrecientan problemáticas ligadas a la ausencia del Estado.
En el 2022 se realizó el primer censo digital que, lejos de englobar a una ciudadanía en un sistema igualitario, acentúa la desconexión en todos los sentidos. Al día del Censo, poco más de la mitad de la población argentina completó el formulario digital. Dado este número y los reclamos por las fallas para ingresar al sitio web (sobre en los últimos días para hacerlo), el INDEC extendió el plazo para completarlo una semana más.
No se puede dejar de lado situaciones de desinterés u olvido en la masa de no censades digitalmente, pero aún más preocupante fue la implementación de este sistema cuando en muchísimos rincones del país falta acceso a internet y a dispositivos electrónicos. Si bien, por otro lado, agilizó el trabajo a les censistas que sí recibían el código al tocar timbre.
“Algunos nos respondían con desconfianza, con ideas como ‘para qué el gobierno quiere saber tantas cosas’. Pero fue una experiencia muy gratificante poder conversar con la gente censada, teniendo en cuenta que en el campo solo una familia realizó el censo digital ya que en la mayoría de los hogares no hay internet”, cuenta Marcia Gonzáles. Vive en Maciá junto a su familia, es docente rural y este
año decidió anotarse y censar en el campo tras haberlo hecho anteriormente en la zona urbana.
El paisaje natural y los campos en Maciá, en su mayoría, están destinados a la siembra, tambos y ganadería. Las edificaciones en la zona son escasas, suelen ser casas o granjas y muy distanciadas entre sí. Debido a urgencias de sacar producción, cuando llueve se rompen los caminos. Es por esto que Marcia
considera que para conocer el lugar tenés que ir con alguien que te guíe. “Esperaba censar a más gente, nos encontramos con varias casas deshabitadas o que se usaban temporalmente”.
Asimismo, menciona un situación común entre censistas: la escasa preparación, debido a que el sitio web para capacitarse virtualmente se caía y lo único que pudo hacer fue leer PDFs.
47 millones para qué
El despliegue que implica para el Estado generar un censo es considerable, no se podría hacer todos los años, y esta vez despertó discursos de la época. Todes tenemos a una tía marta o un tío roberto mandando cadenas por WhatsApp de que el gobierno quiere robar tu información para vendérsela a China y abolir la propiedad en 2030. Pero la cosa misteriosa detrás de cada puerta a censar excede lo privado.
Una metáfora sencilla para explicar el fin del censo es la de mayor grado de representatividad: una foto exacta, como lo define el director del INDEC, Marco Lavagna. Pero de una imagen inerte se escapa lo que no entra en el encuadre, se apaga el calor y el movimiento, se unifica lo múltiple. Un collage imperfecto y
siempre en proceso, ensamblado a partir de los pedacitos que les censistas se quedan de cada visita, resulta más aproximado a la vida de un pueblo.
“Creo que es importante para un país realizar el censo y a partir de esto generar políticas de estado para brindar mejores oportunidades a la sociedad y, a su vez, ver cómo se ha evolucionado”, afirma Marcia.
“Me parecen importantes los datos que se relevan porque permiten pensar qué país queremos construir a partir de ellos”, dice Catalina, y también destaca que los censos se realicen a través de una institución pública.
Por su parte, Laura reflexiona: “el Censo permite reconocer la diversidad de condiciones y vivencias. Si bien es importante saber cuántos somos en cantidad, la calidad también, para conocer las necesidades reales. Vivimos bajo el mismo techo, el otro es un mundo totalmente distinto a uno y se lo debe escuchar y respetar para garantizarle la mejor experiencia de vida posible”.