Hace algunas semanas se le hirvió el agua a los medios internacionales, escandalizados porque un mate sería igual de cancerígeno que 100 cigarrillos.
Texto, collage de portada y selección de memes: Ana Cornejo
Mientras el agua se calienta, desempolvo la yerba, la vuelco por la boca hasta la cantidad que me gusta: siempre un poco más de la mitad. Le agrego hojas de menta porque, en estos días, el mate me está dando un poco de acidez. Todavía no le encuentro la solución. De la pava al termo y del termo al pozo hecho con la bombilla. Suelto unos chorros intermitentes para humedecer la yerba, hasta que se forma el islote verde, que si se inunda es pecado nacional. Después, entierro la bombilla y pruebo el primero. Cebadores de competencia se reirían de mis pasos, pero cuando abro un link casi escupo todo el mate contra la pantalla del celular.
El 25 de febrero el diario británico The Sun (por cierto, el más vendido en el habla inglesa) difundió a nivel internacional un informe publicado inicialmente en la revista científica Cancer Epidemiology Biomaker and Prevention titulado, con letras grandes, bombo y redoblante, “TEA ALERT: Cancer warning: The tea that could ‘triple your risk of disease — the same as smoking 100 cigarettes”. Y no se refiere al té en tacita de porcelana.
El encabezado, de un sensacionalismo viejo y peludo, introduce el informe científico que quizás de otro modo no habría llegado a boca de todo el mundo, quizás, ni siquiera a culturas materas como la nuestra.
Algunas coordenadas: Argentina es el principal productor y exportador de yerba mate, y la región donde más se consume es el Litoral, con plantaciones en Misiones y Corrientes. Paraná, capital entrerriana, es la sede de la Fiesta Nacional del Mate y del Museo Único del Mate (actualmente en stand by). Ah, y un mate gigante es nuestro monumento popular.
¿Te imaginás cómo impactaría en una comunidad a base de yerba y agua caliente dejar su bebida por ser perjudicial para la salud? Más aún con una noticia replicada en medios nacionales y locales que lo compara con el consumo problemático de tabaco. El debate en torno a la relación mate-salud viene de antes y sigue sin generar grandes consensos. Pero eso no quiere decir que no haya certezas desde las cuales pararse y tomarse un mate con tranquilidad.
En 1991, la OMS a través del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC) ubicó el mate en la categoría A2 y lo vinculó con el cáncer de esófago, comparando el nivel de consumo de mate con la incidencia de dicho padecimiento en América del Sur.
¡Plot twist! Esa afirmación, tan universal e indiscutible que parecía, fue modificada en 2016, cuando se declaró que no existían razones que prueben que el mate y el café sean cancerígenos en sí mismos, sino las bebidas muy calientes: mayores a 65 grados. Nunca se observaron pruebas de que el mate tibio o frío tiendan al cáncer.
La controversia sigue. ¿Quién calienta el agua a menos de esa temperatura? ¿Cuánta gente tomaría mate frío (a menos que sea un tereré) para evitar los efectos cancerígenos?
Ese mismo año, investigadores de la Universidad Nacional de Misiones realizaron un estudio que comprobó, a partir de una bombilla con tres sensores térmicos, que no es la misma la temperatura en que se calienta el agua y en la que se toma. El tiempo y la yerba influyen en el enfriado, siendo lo más común que no llegue a la boca a más de 58 grados.
En todo ese tiempo, a niveles generales, no se abandonó la práctica del mate en nuestros territorios, al menos por efectos cancerígenos. Tampoco hubo políticas públicas que regulen su consumo (dejando de lado el no compartir el mate para evitar la propagación del Covid-19).
Entre Ríos posee una cultura matera con todas sus letras. No es como el té o el café, donde prima la experiencia individual, sino que se trata de una infusión colectiva y solidaria, que es compañía, que desajusta horarios, que llena el estómago cuando no hay comida, que irrumpe ya que su presencia aún incomoda en ciertos contextos. El artesano tradicionalista Francisco Scutellá, referencia del mate en todo el mundo, se ha puesto al hombro la difusión de esta costumbre e hizo homenaje a través del monumento al mate más grande de todos, ubicado en la entrada a Paraná.
Se intentó prohibir el mate en nuestros territorios en 1616, por ocurrencia del entonces gobernador del Río de la Plata y del Paraguay, Hernando Arias de Saaverdra ‘Hernandarias’, quien lo consideraba “un vicio abominable y sucio”. Pero al día de hoy las prácticas anti mate solo siguen siendo exitosas en lo discursivo, que prescinden de criterios científicos y sanitarios. Alcanza con recordar el audio de ‘La Cheta de Nordelta’, quien desbordaba desprecio por sus vecines que tomaban mate.
Tampoco es casual que se lo haya relacionado históricamente con lo indio, lo gaucho, lo provinciano, lo popular, lo sucio, lo vago. ¿Sabés la travesía que fue conseguir el emoji de mate en Whatsapp? Un equipo de argentines lo logró, después de enfrentar el desconocimiento y los prejuicios de las megaempresas que sostienen el estándar de caracteres Unicode. Hasta que les convidaron con un mate.
Además, sin ánimos de ponerse patriota, podríamos tirar un poco del hilo geopolítico: la noticia del mate cancerígeno fue lanzada por el mismo medio que durante la Guerra de Malvinas publicó la polémica tapa “Gotcha” (te atrapé), en referencia al hundimiento del crucero ARA General Belgrano por parte de Gran Bretaña. Pero por el té nadie nada nunca.
A partir del debate reavivado por los medios, el Instituto Nacional de la Yerba Mate publicó su postura al respecto, recordando todo el recorrido previo del tema y enumerando una serie de estudios que no solo desmienten el nuevo anuncio sino que también argumentan los beneficios de tomar mate para la salud:
“En el año 2016, el Grupo de Investigación de Yerba Mate de la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), liderado por el Dr. Miguel Schmalko y la Dra. Ana Thea, publicó un estudio en el que se evaluó el contenido de HAPs (hidrocarburos aromáticos policíclicos) en las principales formas de consumo de la yerba mate: mate caliente (mate), mate frío (tereré) y mate cocido. Tras la realización de las experiencias pudo observarse que ninguna de las infusiones estudiadas superó el nivel máximo sugerido por la OMS para el contenido de benzopireno en el agua potable (700 ng/L)”.
El instituto posee la primera base de datos de yerba mate y salud que utiliza como sustento el sistema Scopus, el más importante del mundo en cuanto a cantidad de trabajos. Se reúnen publicaciones vinculadas al estudio de contenidos y nutrientes bioactivos y a propiedades biológicas de la yerba mate (capacidad antioxidante, antiestrés oxidativo, mejoramiento del perfil lipídico, protección cardiovascular, anticancerígena, antiinflamatorio, antiobesidad, antidiabética, antimicrobiana, efectos sobre el sistema nervioso, otros efectos).
Al socializar informes publicados en revistas de todo el mundo, esta base abre un amplio abanico de producción científica que permite seguirle la huella a los estudios sobre los efectos del mate en la salud y dar cuenta de que la ciencia no es un enunciado salido de un repollo. Un recorrido que, muchas veces, se desconoce cuando estos temas saltan del ámbito específico a lo mediático, como ocurrió con The Sun.
Estos trabajos constantemente generan debates, ponen en tensión lo dado por hecho e impulsan cambios, a menos que se te lave el mate y se hunda tu teoría, difícil de sostener sin una comunidad científica que lo avale. Y mucho más con culturas que se resisten sólidamente a prohibir un universo de sentidos contenido en una calabaza.