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Reseñas

Leo Mattioli, el amante del público

Cuarenta grados a la sombra en la capital de la humedad. El olor a río viaja con el vientito de verano, que no logra cortar el calor. Un vecino pone música. Tramposa… Te empieza a subir una sed de la peligrosa, unas ganas de tirarte los prohibidos con cualquier pareja de baile que se sume. No sabés si lo que suena es una canción o un susurro al oído, una declaración de amor o un relato erótico. O todo eso. Y te enciende. Pegajoso y caliente como la propia Santa Fe, ¿en qué otro lugar podría haber nacido el último romántico?

 

Un texto de Victoria Carballo

 

 

Escuchamos e hicimos muchas críticas al amor romántico. Nos agotaron los cuentos de hadas de Disney y las comedias románticas de Hollywood. Ya suena un poco a chiste lo de la media naranja. Pero, ¿por qué seguimos escuchando a Leo Mattioli? ¿Qué es lo que nos sigue atrayendo de su música y lo que representa? ¿Qué podemos pensar a partir de sus formas de narrar al amor?

El objetivo es reflexionar sobre una parte de la obra de Leo Mattioli, teniendo en cuenta la idea de amor que construye y simboliza; entendiendo que su obra parte de él para completarse en el público y que, a 10 años de su muerte, sigue teniendo influencia en la gente. Por ende, este análisis tiene más que ver con nosotres, que todavía escuchamos y vibramos con sus temas, que con Leo en sí. Es además, una lectura parcial. El león santafesino tiene una obra muy extensa, pero acá solo vamos a hablar de algunas de sus canciones más icónicas. 

 

 

 
Cierra los ojos si te agarran las ganas

 

La figura del amante en la cumbia santafesina es lo que la figura del enemigo en el trap. No se trata de una persona en sí, sino de una posición. En el trap, es desde el lugar de enfrentamiento con el otro que puedo exaltar lo que soy, enaltecerme gracias al enemigo que envidia y alimenta mi ego. En la cumbia santafesina, la posición del amante permite subirle la potencia a mi deseo, por la prohibición. La imposibilidad de encontrarme con el otro y lo prohibido de hacerlo, intensifican las ganas, las hacen carne. El lugar del amante también es una oportunidad para desplegar y reafirmar mis virtudes eróticas y/o amorosas, a partir de la competencia con un otro (la pareja “oficial”).

No es el simple relato de una historia concreta, aunque pudo haber existido. Es, principalmente, un juego de seducción. Así, no es necesario tener un amante en el plano real para poder prestarse a la fantasía. 

Cuando Leo Mattioli se posiciona como el amante, puede que el público se identifique con las historias porque las vivió, pero me interesa pensar en otro efecto: el de escuchar las canciones y sentir que el propio Leo es nuestro amante, que nos susurra al oído, que nos toca, que nos calienta. No hace falta haber experimentado esa vivencia en primera persona. La estamos experimentando a través del lenguaje en el momento en el que escuchamos la canción. 

 

trata de simular si te pones nerviosa / por las cosas atrevidas y prohibidas que digo / hasta puedo sentir por el tubo tu aliento / que mientras hablo contigo, más me caliento / y cierra los ojos si te agarran las ganas / y soñemos los dos que estamos en la cama / haciendo cosas bonitas

Si te agarran las ganas, año 2004

 

El lenguaje verbal se potencia con la interpretación de Leo, el uso de los diferentes tonos de voz, las pausas. Leo Mattioli impone su presencia en las canciones, logra que las palabras cobren volumen y traspasen las fronteras de lo dicho para tocar el sentimiento. No es necesario racionalizar las letras para sumergirse en el estado romántico. Por eso, no son solo palabras, es también una vibración

En las presentaciones en vivo, además, todo esto es acompañado de su gestualidad y una particular interacción con el público. La mano recorriendo suavemente el costado de su cara, las miradas, los silencios para que la gente complete sus frases. Él mismo es consciente de este efecto, como lo expresa en la presentación de su disco Ay amor, corazón gitano del año 2002: “Amo grabar discos en vivo, es la única forma de integrar a ustedes que son la otra mitad de mi éxito; (…) amo viajar por todas partes y que estén allí, esperándome”. Así, podríamos pensar en las canciones de Leo Mattioli, por qué no, como canciones de amor hacia la gente, asumiendo él mismo el papel de ser el amante del público.    

 

Chonguear y desear

 

Ahora bien, en la obra del león santafesino, la condición de ser amante también se presenta como una posición de segunda categoría e incluso como una condena

 

si quieres volver conmigo / pero solo como amantes / ven, que aquí estaré / pero solo amantes, tan solo amantes / con eso ya tendrás que conformarte / porque seremos amantes, si vuelves, amantes / por el daño que me hicistes al marcharte

Tan solo amantes, año 2004

 

Al menos en esta canción, podríamos pensar que la figura del amante se compara con la del actual chongo o chonga. El docente y divulgador de filosofía Darío Sztajnszrajber define al chongo como “la persona que no elegirías para estar, pero como la persona que vos quisieras elegir no te da pelota (..), le abrís el cuerpo, la carne, la experiencia sexual a alguien con quien en realidad estás porque no te queda otra”.

Leo Mattioli, en este caso, coincide con Darío en el aspecto sexual, pero para él ser amante es un castigo para una persona que lo hirió. Es un efecto de la falta de confianza, es la decisión de no entregarse completamente pero sí entregar una parte como una “muestra” de lo que la otra persona se perdió. 

Chonguear, entonces, es también una forma de hacerse desear, una pequeña venganza.

 

La vulnerabilidad en el amor

 

llorarás más de diez veces por amor / romperán más de diez veces tu corazón / quizás por un tiempo no encontrarás / a alguien que te merezca de verdad / sin querer, muchas veces te caerás / con lo que menos pienses, tropezarás / pero, para el amor, tú ya verás / la esperanza no tarda en llegar

Llorarás más de diez veces, 2004

 

Cuando hablamos de amor romántico, nos referimos a una forma de relacionarse construida social y culturalmente que se basa en ciertas ideas. Por ejemplo, la idea de que la monogamia es la forma ideal de vincularse; que la pareja que elegimos está hecha a nuestra medida; que ese amor, si es verdadero, puede con todo; que debe durar para toda la vida, etc. En los últimos años se buscó revisar este modelo de amor, teniendo presente que por su propia dinámica puede fomentar la idea de “posesión” hacia la otra persona, los celos, la dependencia emocional, entre otras cuestiones. 

Si bien todavía existe una fuerte presencia de este pensamiento romántico, también estamos discutiendo nuevas -y no tan nuevas, pero sí invisibilizadas- formas de construir los vínculos amorosos. Es así que empezamos a hablar de relaciones abiertas, poliamor, chongos y chongas. Pero tampoco tardaron en llegar las críticas a esos formatos, argumentando, por ejemplo, la falta de compromiso que implican, el reemplazo de un imperativo por otro, la actualización de las mismas desigualdades en otro modelo, etc. Al parecer, no todo se soluciona con cambiar de formato, así como el formato no lo abarca todo. 

En este contexto, las canciones de Leo Mattioli y la propia figura del último romántico como ícono -el sticker del Leo con una rosa, la producción infinita de memes- reivindican la vulnerabilidad que se tiene en los vínculos afectivos. La obra de Leo ya no es leída solo como una forma de perpetuar al tan criticado amor romántico, sino de recuperar lo disfrutable de relacionarse con otras personas, los mimos, la voluntad de afectarse, acurrucarse, mostrarse vulnerable. Incluso permitirnos la ternura y la cursilería. Quizá el error haya sido creer que estas expresiones eran exclusivas del amor romántico, siendo que también existen en otros formatos del amor, tanto sexo-afectivos como amistosos. Si lo pensamos de este modo, lo que se busca expresar a través del Leo es la necesidad humana de dar y recibir cariño

Sentimientos encontrados

 

estoy tomando sin control / estoy fumando sin parar / nada me importa porque sé / que esto pronto va a acabar / que fue mi culpa, ya lo sé / que no te supe aprovechar / que con mis celos te dañé / con mis locuras te cansé /y te voy a extrañar / te voy a extrañar

Después de ti, año 2000

 

Me animo a arriesgar una última hipótesis: la idea de amor romántico nos lastimó pero también nos trajo satisfacciones, ¿cómo lidiar con esa contradicción? ¿Por qué ya no aguantamos ciertos relatos románticos pero seguimos vibrando con un tema del Leo? Yo creo que lo que nos gusta del Leo es que él sí se hace cargo de esa contradicción del amor romántico. Pienso, además, que esa contradicción se puede extender a otras formas de relaciones amorosas y humanas, ya que ninguna forma está exenta de conflicto y dificultades

En sus letras, Leo narra sentimientos hermosos pero también miserables. Nos habla de celos, de comparaciones con otros, del sufrimiento de la ruptura amorosa, de la venganza. Podemos no compartirlo y podemos problematizarlo -de hecho, es importante hacerlo-, sin olvidar que ciertas formas propician la violencia. Ahora bien, al Leo le creemos porque se desnuda. Nos habla de su bondad y de su crueldad. Al menos en este sentido, no “romantiza” al amor, a pesar de posicionarse como su defensor. Todo se sintetiza en el ay amor!, un grito que puede ser de placer pero también es de dolor. O de ambos a la vez: el punto en el que los sentimientos se encuentran, el grito que condensa la contradicción amorosa.