El río Paraná está bajísimo. Los pescadores acomodan su rutina, con preocupaciones más inmediatas. La pregunta que subyace es cómo interpretar la bajante. Por Ramiro García.
Nuestro río está bajito. Hoy más que nunca es un charco. Su mentado caudal, potente, recio, rebelde, está menguado, amansado. ¿Qué es nuestro río? ¿Cómo lo vivimos? ¿Para qué lo queremos? Está ahí siempre, desde siempre. A quienes vivimos a sus orillas nos abraza, nos contiene, acaricia nuestra costa y nos trasciende, sigue. Nos acompaña en el paseo, en el trote y la caminata; se ofrece para el mejor deleite del mate; se dispone para el disfrute del vino en la costa, la caña en el haragán apenas como excusa; se tiende para quien rema, para su deporte o su travesía hacia alguna isla, algún banco de arena. Es el mundo del pescador y del navegante; su trabajo, su vida, su libertad y su límite, su jefe eterno y su pariente, más que para nadie. Acompaña, nos rodea, nos surca, porque es nuestro y es nosotros.
Y está bajo. ¿Esto importa? ¿A quién le importa? ¿Preocupa? Hay respuestas diversas.
Bajante
Las primeras noticias aparecieron a principios de agosto. El río está bajo, se informaba. Hasta ahí. Era septiembre y la noticia corta dio paso a informes más detenidos. En octubre el fenómeno ya mereció titulares sonoros: la “extrema” y “extraordinaria” bajante del río Paraná marcaría un “nuevo récord histórico” y podía comprobarse con “impactantes imágenes”. Medios nacionales se interesaron particularmente por el misterioso buque “Elgar”, naufragado en 1934 y que la bajante dejó al descubierto a la altura de San Pedro, Buenos Aires. Acá nomás la revelación de la “manta geotextil” que resguarda al Túnel Subfluvial concitó también la atención de funcionarios y de remadores curiosos, que se sacaron fotos encima de ella. Luego llegó noviembre pero no el repunte, aunque el tema ya había agotado el interés noticioso.
En paralelo, durante los mismos meses, otro tema, y en mucho mayor medida, ocupó a los medios grandes y chicos: los incendios en las selvas del Brasil, que abarcaron no sólo la Amazonia sino también el Mato Grosso. La quema indiscriminada e irrefrenable en el mayor pulmón del planeta desnudó las consecuencias de las políticas de descontrol e incluso de promoción de la desforestación por parte del gobierno de Brasil, agravadas con Jair Bolsonaro en la presidencia.
La bajante del río Paraná no fue vinculada a los incendios y la desforestación en la región selvática brasileña, salvo alguna excepción. Pero la relación existe y es directa.
El Paraná nace de la confluencia de los ríos Paranaiba y Grande. Geopolíticamente se trata del estado de San Pablo, en Brasil. En su recorrido se nutre del río Paraguay, y en Argentina recibe las aguas de sus pares Iguazú, Salado y Carcarañá, entre otros, hasta su desembocadura en el río de La Plata. El Paraná es un río de selva y de lluvia: de ellas nace y del ciclo natural que ellas comparten depende su propio ciclo, su caudal, su vida.
Charco decidió consultar algunas voces entendidas. Las explicaciones técnicas y las opiniones políticas se disputan la comprensión de lo que pasa. Los hombres de oficios de río acomodan su rutina, con preocupaciones más inmediatas. La pregunta que subyace es cómo interpretar esta bajante.
“Lo preocupante es que se está extendiendo”
Jorge Daneri es abogado especializado en Derecho Ambiental e integra la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas. Actualmente reside en Amsterdam, Holanda, donde se radicó “por amor”, cuenta, pero que considera su “segundo hogar”. Hace diez años vive en ambos países y hoy está en “una etapa de transición de regreso a la Argentina”.
Daneri comparte la Unidad de Vinculación Ecologista de la Fundación La Hendija con Irene Aguer, que es licenciada en Biodiversidad en la Universidad Nacional del Litoral y enseña en la carrera de Gestión Ambiental de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad Autónoma de Entre Ríos. Irene vive en Pueblo General Belgrano, al lado de Gualeguaychú, pero aclara “nací y crecí en Paraná”.
Las respectivas distancias forzaron que la entrevista sea por mail.
– Charco: ¿Cuáles son las causas de la bajante?
– Aguer: Una de las principales son las escasas precipitaciones en el sur de Brasil. Principalmente en el Paraná, arriba de la represa Itaipú, y en el río Iguazú. Las bajantes y crecientes son naturales en el sistema de los grandes ríos. En el Paraná las sequías tienden a acontecer en la misma época del año. Es normal. Lo preocupante es que se está extendiendo en el tiempo. Se tenían perspectivas de que comience a crecer pero los niveles continúan muy bajos. Al disminuir los bosques, el ciclo de lluvias se altera, generando más meses de estación seca. El Amazonas genera precipitaciones para toda la cuenca del Plata. Hasta julio de 2019, la tasa de deforestación en Amazonia llegó al 278 por ciento más que en el mismo período de 2018; y los focos de fuego contabilizaron un 83 por ciento.
– Daneri: Es importante investigar y denunciar los modelos productivos y de consumo ilimitado que llevan adelante esta devastación. Aún no tomamos real conocimiento de los impactos que van a generar estos nuevos escenarios climáticos. La deforestación en toda la cuenca es brutal, y en particular se intensificó a partir de la imposición del modelo extractivo simplificador.
– Ch: ¿Cómo afecta esta bajante al entorno natural del río Paraná?
A: Durante las fases secas, las plantas sufren estrés, que produce el cese del crecimiento y la abscisión de las hojas. También los animales ven limitada la oferta de hábitat y son más vulnerables a sus predadores. Durante las sequías extraordinarias o prolongadas la mayoría de las poblaciones de peces no pueden sobrevivir, o sufren importantes pérdidas.
– Ch: En 2016 tuvimos crecidas con inundaciones, como el caso de La Paz en Entre Ríos; en 2018 la bajante fue importante; este año aún no repunta… ¿Son fenómenos pasajeros o tendremos que acostumbrarnos?
– D: Estas sequías por los impactos acumulativos de la deforestación en Amazonia, en la propia Cuenca del Plata, sumado a los mega-incendios que en Amazonia se vienen produciendo desde hace años, nos llevan a un lugar casi sin retorno. Estas realidades como hechos traumáticos y nada naturales, aumentarán aún más en los próximos años y décadas.
– Ch: ¿Qué políticas públicas apuntan a controlar o disminuir estos fenómenos?
D: No existen políticas públicas preventivas acorde a estos escenarios. Las medidas de gobierno posibles están expuestas en gran medida en un documento que tuvimos la responsabilidad de coordinar desde la Fundación M´Biguá, Ciudadanía y Justicia Ambiental de Paraná. El mismo no fue adoptado ni mejorado por los gobiernos de la Cuenca del Plata, en el contexto de sus responsabilidades frente a la Convención RAMSAR (de protección internacional de los humedales).
Las sequías en Puerto Sánchez
Eduardo “Dardy” Escoubué tiene pescadería hace 40 años en Puerto Sánchez y hace 15 incorporó una peña nocturna que ya reviste la calidad de la tradición. El abundante menú que se sirve los martes y jueves a metros del río puede incluir empanadas fritas, postas, milanesas y marineras, filets y pescado a la parrilla. La panzada íctica puede lograrse mediante el pago del tenedor libre, que hoy cuesta 280 pesos por persona. El menú de la música en vivo también es autóctono, con el chamamé como plato principal. Esta noche la peña abre una vez más sus puertas y esperan una nutrida concurrencia: Paraná es sede del Torneo Internacional de Maxi Básquet y hay jugadores de todo el país que ansían conocer la gastronomía local. Hay equipos que ya reservaron mesas y la cadena de producción de la pescadería funciona a toda máquina. Dardy se encarga del mostrador pero también prepara –lava, desmenuza, corta, condimenta- pescados que irán a la parrilla por la noche. Dos empleados al fondo del salón arman empanadas y las alistan en largas filas paralelas sobre un tablón, desde el que partirán luego hacia la freidora. Y Eduardo, el hijo homónimo de Dardy, hace cuentas con una libreta y una calculadora. No es la rentabilidad de la peña lo que le preocupa, sino la satisfacción de los comensales. ¿Quién sabe cuánto hay que cocinar para que coma una treintena de jugadores de maxibásquet?
– ¿Vos decís que alcanza para 35 personas? –consulta a su padre, mientras le señala el escuadrón de empanadas y las fuentes cargadas de pescados para asar.
– Y van a andar medio justinianos. Son grandes, comen –contesta Dardy.
Eduardo toma el teléfono y se aboca a la tarea de conseguir más materia prima para la cocina.
Entre los clientes que llegan para comprar y los preparativos para la peña, Dardy otorga respuestas sintéticas sobre los efectos de la bajante en su rubro.
– No ha faltado pescado, los pescadores traen. Pero laburan, eh. Ahora andan de noche, porque con el calor empieza a bajar la palometa, que te come todo el pescado, a veces con anzuelo y todo. Te deja la cabeza nomás. Traen manduvé, dorado, sábalo, armado, tararira.
– Ch: ¿Y ustedes están acostumbrados a ver el río así de bajo?
– D: No. Ha estado bajo, pero no tanto como ahora. Llama la atención porque hace varios meses que está así. No llueve, falta lluvia para que suba. Cuando llueva allá arriba va a crecer acá abajo.
Eduardo, desde su juventud, aporta su experiencia: “yo en 30 años de vivir acá nunca vi algo así”, acota.
Dardy advierte:
– Lo que ha caído bastante son las ventas. Y eso que el pescado está barato al lado de otras carnes, eh.
Más que la bajante del río, lo que se siente en el negocio de Puerto Sánchez es la sequía económica que atraviesa el país.
– Ch: ¿Cuánto vale?
– D: El kilo de manduvé está 90 pesos; el de armado 60, y 180 el filet, mismo que la tararira; el sábalo está 110; la boga y el dorado despinados, 150; el surubí sí es un poco más caro, 180 pesos el kilo.
A las 11 de la mañana la pescadería de Dardy ebulle con los preparativos para la peña. Pero no es un buen horario para encontrar pescadores. Las salidas de pesca nocturnas, para evitar la plaga de las palometas, hacen que la media mañana sea el momento del descanso. “Tenés que venir temprano, que es cuando vuelven y traen la pesca”, recomienda Dardy, mientras le echa pimienta a una variada fuente de pescados.
“¿Por qué voy a decir que es la mano del hombre?”
El edificio de la Dirección de Vías Navegables de la Nación (DNVN) en Liniers 395, en el corazón del Puerto Nuevo de Paraná, reviste cierta grandeza. Pero el orgullo que exhibe por fuera contrasta con el interior. Está casi vacío: de cosas, de personas, de tareas. Hace unos años se instaló en una de sus salas un museo con maquinarias, instrumentos, mapas, libros, que testifican la importancia que el organismo tuvo en otros tiempos. Hoy Vías Navegables en Paraná es más museo que otra cosa. Viene siendo desmantelada desde la década de 1990 con el arrebato privatizador del menemismo, proceso que continuó durante el kirchnerismo y se agravó en la gestión de Mauricio Macri.
“A nosotros nos fueron destruyendo, hoy estamos prácticamente cerrados”, resume Alberto Leonardi.
Es perito topocartógrafo, profesor en la Ingeniería en Agrimensura de la Universidad Nacional del Litoral, y coordinador del Distrito Paraná Medio de la DNVN, hoy dependiente del ministerio de Transporte. El distrito Medio tiene su jurisdicción entre el kilómetro 430 del río, a la altura de Rosario, Santa Fe, hasta el kilómetro 853, en Esquina, Corrientes.
Según el experto naviero, el nivel que registra el río en esta primera quincena de noviembre está dentro de lo esperable y más aún si se piensa en términos históricos.
“Hoy estamos en 1,74 metros. Hasta la década de 1970 tuvimos alturas por debajo del cero. Para 1944 tuvimos tres metros de agua debajo de lo que hay ahora. En 1989 tuvimos 88 centímetros. Y el promedio para noviembre es de dos metros. No estás tan lejos, estamos 30 centímetros por debajo de ese promedio”, reseña el perito en conversación con Charco y resume: “si tomás valores históricos, no es una bajante complicada”.
Leonardi enhebra un hecho poco conocido entre los datos técnicos: “la gente que vivió en 1944 ha cruzado el río a pie desde el balneario Thompson a la isla que está enfrente”.
El coordinador de Vías Navegables cuenta que “el 90% del año el puerto Paraná tiene alturas superiores a 1,98 metros. En este momento estamos en ese 10% debajo de esa altura. Ahora septiembre y octubre están un poco desplazados”, admite respecto del repunte.
El profesor de la UNL alienta, sin proponérselo, el debate con el ambientalismo: “si en la década del ‘40 y durante 70 años tuviste tres metros menos que ahora, ¿por qué voy a decir que nunca pasó esta bajante, que es la mano del hombre?”, sugiere.
Según Leonardi, el nivel del río merece la alerta depende quién la analice. “Es preocupante para ciertas tareas. A los pescadores los jode porque el pescado no puede desovar en la isla. No desovan en el río por la corriente: se los lleva y las larvitas y los peces se mueren. Las hembras desovan en el ambiente islero. El problema es que cuando el río baja se tapan muchas bocas de salida. Hay agua adentro de la isla, pero no pueden salir”, explica en el terreno de la biología.
Y confirma su posición en todo el asunto: “en mi caso lo preocupante es una bajante que impida la navegación. Este río te permite navegar con alturas muy bajas. Si baja un poco más, ayudás con dragado, la controlás”.
Leonardi se vuelve estrictamente técnico cuando habla de la bajante del río, pero se politiza al referirse al pedacito del Estado nacional al que ingresó hace 36 años. “En 1995 se privatiza el (distrito Paraná) Sur; en el 2010 se privatiza el Norte. Antes hacía todo el ministerio (de Obras Públicas): hacía los dragados, mantenía los barcos”, recupera.
La concesión del mantenimiento del río Paraná para la navegación comenzó en 1995 y rige hasta 2021. La ostenta Hidrovía S.A., que hoy agrupa a las firmas Jan de Nul (belga) y Emepa (argentina).
Leonardi insiste en que en la DNVN “hoy estamos cerrados administrativamente. Somos muy pocas personas y tenemos una función apenas de control de lo que hacen los privados. Somos poquitos: cinco en la parte del río, algunos pocos que son porteros, que están acá en el edificio; y algunos más en la draga. En los talleres no hay nadie. Quedó un solo muchacho. Los trabajadores se han ido jubilando y se perdió ese conocimiento del río. Una pena. Son las políticas de privatización”, lamenta.
“En el río hay que riar”
Santiago y Macacha tocan tierra un martes a las 8.15 en la orilla de Puerto Sánchez. Para ellos puede ser cualquier día de cualquier mes de cualquier año. “¡Sacá una foto, sacá una foto!”, pide Macacha mientras se bajan y empujan la canoa. El bote queda con el tercio delantero sobre la arena, que le viene ganando metros al río hace meses. “Mostrale, Santiago. Mirá los pescados que tiene”, dice el pescador. Macacha está contento con la pesca de la noche, después de varias veladas en que no sacaron ni para carnada. Santiago accede de poca gana a mostrar la producción. No es tan dado a la cámara ni a las entrevistas como su compinche. De hecho, posa unos segundos con los dorados y se los lleva hacia las pescaderías, quizás apurado por cobrar los pesos de la jornada.
Santiago se ocupa de la cobranza y Macacha de atender a la prensa. Y aprovecha la oportunidad para colar ciertas denuncias.
– Ch: ¿Qué sacaron anoche?
– M: Hay dorados, cachorros (NdeR: el preciado surubí joven) y manduvés.
– Ch: ¿Y cómo sienten ustedes la bajante que hay?
– M: Y baja, baja. Mirá, por ahí se saca, por ahí no. ¿Y las herramientas? La palometa te lleva 10, 12 anzuelos. Cada anzuelo ponele que está como 40, 50 pesos. Con dos anzuelos, ya perdés la pesca. ¿Y qué hacés si no sacás pescado? Mismo que mantener las canoas… La pintura está re cara, 500 pesos el litro, no tiene goyete. Y la canoa es como un auto: tenés que mantenerla siempre, cada mes hay que sacarla, martillarla, pintarla.
– Ch: ¿Cae la pesca con la bajante?
– M: Hay días que sí, que sacás 10 kilos nomás. Si querés hacer recorrida, la hacés. Si sacás, bien, sino… Pero estamos todo el día en el río, en la isla. Y trabajamos con espinel, por ahí con malla. Estaba creciendo el río, pero abaja ahora. Abaja, abaja, abaja… Mirá dónde están las canoas, los islotes, los bancos. Es puro banco ahora el río. Y la pesca se corta. Cuando abaja así, el pescado se va por la hondura, por el río-río, y viaja. Y nosotros por ahí no podemos andar.
– Ch: ¿Y cuánto le ganan ustedes al pescado?
– M: No se gana nada. El pan está más caro que el pescado. El pan está 70, 80, 100 pesos el kilo. A nosotros nos pagan miseria. El cachorro grande capaz te lo pagan 60, 70 pesos; el manduvé 40; el armado 30 pesos el kilo. El sábalo es por pieza: si es buena te lo pagan 40 pesos, si es más chiquito menos. Boga en la cancha no hay, por la bajante. Los pescadores no ganamos nada. Lo tenemos que hacer porque no hay trabajo. Pero sacamos capaz que 200, 300 pesos al día. La pescadería le gana bien. Ellos duermen. Si hay viento o no, o si hay tormenta, ellos duermen. Nosotros tenemos que estar rompiéndonos el ojete en el río, arriesgándonos con el fondeo, con que nos ahoguemos. No sabés lo que es el río, hay de todo. Pero qué va a ser. En el río hay que riar.
A dos cuadras de allí, Ernesto “Ruso” Flach está dándose un descanso y un poco de compañía en la pescadería de Dardy, que sacó su sillón a la puerta, a la espera de que empiecen a traerle el pescado de la noche. Ernesto, que está sentado en el piso, tiene 64 años, “pesca desde los ocho y fuma desde los nueve”, lo define Dardy. Ernesto es pescador. Nuevamente, la conversación vira desde la bajante hacia la economía del obrero del río.
– Ch: ¿Cayó la pesca con la bajante?
– E: No, no cayó, todos sacan. Pasa que algunos no lo dan. Ayer no había ni carnada. Me quedé a dormir en la isla, si para qué voy a venirme.
“No hay plata, la gente no tiene y no compra”, advierte Dardy, al igual que días atrás, cuando dio su propia entrevista para esta nota. Ernesto se engancha. Contextualiza con elementos de política internacional e historiza.
– E: La gente no tiene. Está muy complicada la cosa. Ojo, cuidado que acá un fosforito prende fuego todo. Fijate ahora Bolivia, están mandando plomo nomás, todo mal allá. Y en Chile, que subieron la nafta, prendieron fuego todo. Y en Ecuador también. Y acá no pasa nada. Con este gobierno de ahora han ganado fortuna los empresarios, los grandes se llenaron de plata. Y mirá, con el daño que ha hecho este hombre, sacó como el 40 por ciento de los votos. Antes hace muchos años se sacaba de todo, se vendía de todo. Tenían que poner veda. ¿Y las cosas cuánto aumentaban? De a 10 centavos, 20 centavos. Ahora no podés comprar nada.
– Ch: ¿Ahora hay veda?
– E: ¿Ahora? Sí, hay veda, pero de bolsillo.
El Ruso mecha la crítica con el humor y ríe. Su cara surcada de arrugas, pulida con los años de canoar, se tuerce de alegría con su chiste y con las risas que provoca. El instante de diversión dura hasta que la mirada del pescador posa su melancolía sobre el río que transcurre, bajito, del otro lado de la calle.
– E: Yo saco para pucherear nomás. Y tengo una pensión que me dio la (ex intendente de Paraná) Blanca Osuna. Pero es poquito. No alcanza. Desde ayer ando con nada en la panza, más que agua.
Un enjambre de voces infantiles se inmiscuye en la conversación, distrae la charla y se cuela en el nudo que empezaba a crecer en la garganta. Suenan algunos gritos y un marcado pisoteo sobre el asfalto. Desde el fondo se acerca una excursión de alumnos de primaria de la escuela privada Ceferino Namuncurá, que salieron de paseo al barrio del pescador. “¡Esto es Puerto Sánchez, esto es Puerto Sánchez!”, exclama asombrado uno de los infantes.
El hijo de la selva
Daniel Verzeñassi es miembro del Foro Ecologista de Paraná y de la Red Nacional de Acción Ecologista (Renace). Es de profesión bioquímico y de corazón militante. Recibe a Charco temprano una mañana calurosa en el living de su casa. “Disculpá la penumbra. Vamos a tener que hablar bajito porque está durmiendo mi nieto en la habitación de al lado”, avisa.
Verzeñassi enseña, en breve síntesis, el origen del río Paraná. “La humedad viene del océano Atlántico. El viento empuja esas masas húmedas, que pasan por arriba de las selvas, y la selva eleva una parte de la humedad del suelo a la atmósfera: la vapotranspira. Las temperaturas, el aire caliente que se eleva y las bajas presiones atraen humedades y generan las precipitaciones. Las lluvias no son productoras de selvas. Las selvas son productoras de lluvia”, repasa el dirigente del Foro Ecologista.
Y llega la advertencia: “las lluvias están siempre ciclándose con las selvas. Al desaparecer las selvas, rompen las lluvias. Y se producen esos espacios en el tiempo, que se dislocan y hacen procesos de sequía. El ciclo hidrológico puede parecer, desde un lugar de ignorancia y ligereza para interpretar los territorios, fácilmente interpretable y manejable, pero son procesos muy sutiles y delicados”.
El referente de la lucha socioambiental de Paraná ataca la sojización de millones de hectáreas en el cono sur que se persigue con los incendios y la deforestación. Recuerda la publicidad del año 2003 de la multinacional del agronegocio Syngenta, que presentó la “República Unida de la Soja”, con un mapa que abarcaba grandes extensiones de Bolivia, Paraguay, Brasil, Argentina y Uruguay. “Eso que pasó como una ocurrencia de algún publicista fue una declaración de guerra, de ocupación de territorios”, clama Verzeñassi.
Al hablar de la cadena de causas que generan esta bajante del río se olvida del tono de voz que solicitó hace un rato para no despertar a su nieto. El crío, por fortuna, persiste en su sueño. Pero su abuelo despotrica: “no hay un proceso que naturalmente cicle la semilla, en una rotación aprendida con inteligencia. No, se hace lo que demanda la cadena de producción, que a su vez se basa en una cotización en una pizarra financiera en Chicago. El suelo es algo complejo, pero las multinacionales no necesitan microbiología y diversidad de suelo, ellos necesitan espacio”.
El bioquímico y militante de la naturaleza considera que hay múltiples factores y acciones que pueden promover la conciencia social por el cuidado del agua. Pero pone especial énfasis en la educación. “La identidad con el río es una ausencia en nuestra educación. Yo no recuerdo haber estudiado el río Paraná en primaria o secundaria. Nuestra educación no es integradora. Pero las sociedades son parte del río. Somos el río. Lo llevamos en nuestro cuerpo. Y debemos aprenderlo”.
Otro aporte fundamental, según Verzeñassi, puede llegar desde las artes, si se dan el compromiso de conocer y difundir su entorno socioambiental.
“¿Conocés El Paraná en una zamba? (NdeR. Letra: Jaime Dávalos – Música: Ariel Ramírez) Ah, es una zamba hermosa. ‘Hijo de las cumbres y de las selvas, que extenso y dulce recibe el mar’”, canta. Y concluye: “el Paraná es un río básicamente de selva. Cuando se queda sin selva, el hijo empieza a tener una vida amenazada y posiblemente los días contados. El río no es agua. El agua es una parte pequeña. El río es todo, es un ser, un organismo vivo. Y funciona como tal”.
En el living la luz le ganó a la penumbra y en la calle el ajetreo de autos, colectivos y voces indican que la mañana paranaense ya está en su plenitud. “Abuelooo”, se escucha un llamado desde la pieza de al lado y la entrevista llega a su fin. El niño ha despertado.
Texto y fotos: Ramiro García