Una casa con tan solo la luz de puerta es la muestra que recorre los 10 años de Curadora. Residencia para artistas. Se trata del espacio de los artistas Cintia Clara Romero y Maximiliano Peralta Rodríguez, ubicado en San José del Rincón, que reúne en sus distintas temporadas a los más diversos proyectos artísticos y de gestión en artes visuales. La muestra está abierta hasta el 8 de julio en Delta Espacio (Necochea 3799, Santa Fe). La gestora cultural Flor Ordiz conversa con Cintia sobre la historia de este proyecto que ha visto pasar, hasta el momento, a 102 artistas nacionales e internacionales.
Texto: Flor Ordiz | Fotos: Cintia Clara Romero
Cintia y Maxi se aproximan a borrar los límites entre los procesos creativos y la vida cotidiana. Eso que sucede al compartir un almuerzo en un recreo del taller, propicia el contexto ideal para que artistas se conozcan y compartan proyectos. Todas esas experiencias son intransferibles.
Como se puede leer en el texto de difusión, la muestra Una casa con tan solo la luz de puerta “es un intento de aproximación a lo acontecido a partir de una serie de obras que forman parte de la colección afectiva de Curadora Residencia”. Además, piezas en formato video y textos abordan el proyecto desde la perspectiva de 66 artistas que participaron de la residencia y/o del taller.
–¿Cómo y por qué se inicia Curadora Residencia/Taller?
–Entre el año 2004 y 2010, con Maxi participamos de varias residencias tanto en Argentina como en otros países de Latinoamérica. Para nosotros la gestión, por un lado, y las residencias, por otro lado, eran los modos de trabajar en el campo del arte que nos interesaban, incluso antes de conocernos personalmente.
En 2010 compramos la casa donde ahora está “Curadora. Residencia para artistas”, con la firme intención de construir un taller. Le dijimos a la arquitecta que diseñe una habitación más, pensando que en el futuro debíamos tener dos habitaciones.
Por la inexperiencia y por estar involucrados en otros proyectos, cuando llegó el momento de mudarnos, la parte del comedor, cocina, baño y nuestra pieza estaba terminada, pero todo el resto era una cascara de ladrillos huecos sin aberturas. Para mí esto era una tragedia, era la manifestación física de las malas decisiones y de haber estado desconectados del proceso de construcción. En cambio, para Maxi fue distinto. Se le ocurrió hacer una residencia, recuperando las experiencias en las que ambos transitamos formándonos e intercambiando con otres artistas.
En este sentido, nuestro trabajo previo en gestión fue importante. Maxi y su paso por MAC-UNaM (Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional de Misiones) y el mío con Germina Campos, nos permitió aplicar a fondos, obtener recursos y lanzar nuestras dos primeras convocatorias.
–¿Cómo viven la experiencia de recibir y acompañar artistas en su hogar?
–En un primer momento nos preocupaba cómo iba a ser el funcionamiento y la convivencia entre los artistas y nosotros. Por más que la zona del taller y las habitaciones están en un ala independiente de la casa, la cocina, el living, son los espacios de encuentro cotidianos.
Sin embargo, con el transcurso de las ediciones nos fuimos sintiendo cada vez más deseosos de continuar el proyecto. Hoy en día, pasaron 102 artistas por la residencia y siempre han sido experiencias enriquecedoras para nosotros. Poder ser testigos del proceso creativo de un residente es algo impagable para nosotros. Por ejemplo, estar en medio de las actividades hogareñas, y al mismo tiempo, observar cómo se ensaya una performance en el jardín de tu casa es un total privilegio.
Somos anfitriones, pero también entramos en clima de residencia. Nuestro trabajo tiene que ver con los momentos de ideación, experimentación y sobre todo el desarrollo de los procesos creativos; y ahí está el lugar en donde nos sentimos a gusto como artistas y formadores trabajando con otres artistas. Es muy importante el hecho de trabajar en el detrás de escena, más que en la exposición con un público ampliado.
–¿Qué consideran que aportó el proyecto al campo de las artes visuales en la ciudad?
–Nuestra intención fue poder mostrar cómo nos insertamos como artistas en un contexto más amplio de producción y circulación. A mediada que avanzaban las ediciones, se empezaron a generar proyectos autogestivos en la ciudad que tuvieron su paso y lugar de encuentro en nuestro taller. Como por ejemplo Barrio sin plaza (Ariana Beilis y Malcon D´Stefano) y Fuga (Florencia Palacios, Ezequiel Ravazzani y Cecilia Sosa). A su vez, otros miembros del taller fueron quedando seleccionados en salones, en premios y residencias.
Haber podido sostener 10 años un proyecto de autogestión nos parece importante, gratificante y reconfortante. Tanto Maxi como yo habíamos participado de otros proyectos de gestión y sabemos lo difícil que es sostenerlos en el tiempo, hacerlos sustentables.
Las repercusiones del taller, como de la residencia, están a la vista. Muchos artistas empezaron a producir y transitar sus propios recorridos tanto a nivel local como a nivel nacional. Vemos cómo sembrar, finalmente, da frutos. Siendo importante para nosotros que esta dinámica empezó a suceder a los dos años de iniciado el proyecto. Las repercusiones de estas acciones que se desarrollan en el ámbito de Curadora inevitablemente generaron cosas valiosas en el campo de las artes visuales.