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Crónicas

Miguel, una margarita en el ojal

Con un llamado de teléfono empezó la construcción de “Le encantaban las margaritas”, una muestra que, a modo de retrospectiva, reúne y celebra la obra de Miguel Ángel Passerini entre 1980 y 1990. La curaduría es de Marcela Cattaneo y Hugo Cava, compañerxs del artista en el grupo Rozarte. Se puede visitar hasta el 27 de noviembre en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino, en Rosario.
Texto: Agustina Lescano | Fotos: Pilmayquén Passerini | Fotos de obras: Gustavo Goñi

Pilmayquén y Sol Mailén Passerini están sentadas en la mesa del comedor, frente a una bandeja de margaritas de cerámica. A cada una de las flores, blancas con el corazón amarillo, Pil le pone pegamento con la pistola de calor y Sol, antes de que se seque, pega un ganchito. Después, van a guardar los prendedores en una caja, con cuidado, entre papel de diario.

El motor del homenaje, hecho con barro y colores, es el tío de ambas, Miguel Ángel Passerini. Nacido en Rafaela, Santa Fe, Miguel se fue a Rosario cuando terminó la secundaria, para estudiar Diseño de Interiores. Era 1982 y la democracia asomaba, toda por hacerse. Artista, puto, peronista, Miguel encuentra un lugar para ser él mismo a la orilla del río Paraná. En tres años se recibe y empieza a cursar el ingreso a Arquitectura, para después cambiarse a Bellas Artes.

Alrededor de 1989, Miguel estudia con Emilio Torti, expone en muestras colectivas y salones y funda con compañerxs artistas el grupo artístico Rozarte. Mientras tanto, en mayo, la inflación alcanzó el 114,4%, en medio de una crisis económica y social que culminó con el traspaso de mando del presidente Alfonsín a Menem (acá nos tocamos algo izquierdo, que el horno no está para bollos), cinco meses antes de lo estipulado. Las protestas arrancaron el 10 de mayo en Rosario, frente a un supermercado. Hacia fin de mes empezaron los saqueos en hipermercados y otros comercios, que después se replicaron, sobre todo, en Córdoba, el Gran Buenos Aires, Tucumán, Mendoza y CABA. La mayoría eran mujeres y jóvenes que se llevaban azúcar, latas, queso, electrodomésticos o carne. El 29 de mayo, Alfonsín declaró estado de sitio. Murieron al menos 14 personas.

Ya en el menemismo, en 1990, Rozarte presenta su manifiesto, al que titulan La ética del roce. No nos une el amor sino el espanto. “Lo que caracteriza a nuestro grupo es su necesaria dependencia al medio como su lucha por trascenderlo”, explican. La identidad y la dinámica del colectivo conjugaba el desarrollo de obra individual y la gestión conjunta, en una apuesta cargada de esperanza al arte contemporáneo como vida, juego y lucha compartida.

Dicen que a Miguel le decían la Clota, un poco por loca y otra porque era el que siempre activaba las reuniones, el que cocinaba, hacía las compras y después lavaba los platos.

–Miguel tuneaba a la gente –cuentan sus sobrinas. Sus compañerxs y amigxs les dijeron que era un apasionado del vestuario y del glamour, un verdadero cultivador de la peformance en cada salida. Que cuando salía de fiesta con Rozarte, la previa era que Miguel le acomode una pluma por acá a unx, la caída del pañuelo a otrx, un prendedor en la camisa a varixs.

También les dijeron que le gustaban mucho las margaritas. Por eso, las margaritas de cerámica van quedando preparadas para viajar a Rosario, listas para repartirse en la inauguración de Le encantaban las margaritas, una muestra de las obras de 1980-1990 de Miguel Ángel Passerini, en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino, de Rosario.

Volvamos a la historia, que en palabras de Xil Buffone, fue así: “La primavera alfonsinista concluyó, hubo saqueos (Menem lo hizo) y seguimos pintando, el galpón Rozarte, terminamos la facu, fuimos a la Bienal de Brasil y él no se murió. Nos lo mataron”. Entre agosto y septiembre de 1992, después de días de estar desaparecido –no volvió a Argentina, no estaba en el hotel–, el cuerpo de Miguel fue encontrado en la calle en Brasil. Había viajado para desmontar la instalación de Rozarte en el centro cultural Sesc Pompeia, en San Pablo. Sus últimos días en la tierra lo encontraron en esa tarea, cerca de las playas de Paraty.

La suya fue una muerte repentina y brusca para una trayectoria tan vital, sin explicaciones, pero con una razón obvia para su identidad. Una muerte clandestina, no esclarecida y silenciada, como las que recorre Néstor Perlongher en ese poema terrible que comienza “Bajo las matas/ en los pajonales/ sobre los puentes/ en los canales” (…)

La instalación con la que Rozarte había viajado por segunda vez a San Pablo, después de participar de la Bienal, se llamó 500 años de vacío y silencio, en el marco del quincentenario de la Conquista de América. Estaba armada con cubos de acrílico que proponían un juego de perspectivas para denotar las distancias, lo oculto y lo que permanece.

En junio de 2022, en el año del 30° aniversario de la muerte de Miguel, Marcela Cattaneo, otra histórica integrante de Rozarte, llamó por teléfono a Rafaela, después de haber dado con el número del corralón de la familia Passerini. Quiere hablar con Diego, el hermano de Miguel que trajo su cuerpo desde Brasil, pero resulta que ahora vive en Esquel. Habla con su mamá, la abuela Clide, que unos días después le cuenta a Sol que en Rosario están queriendo hacer una obra sobre el tío.

Sol viaja a Rosario para conocer a Marcela. Cuando se encuentran, se abrazan. “Hace treinta años que no lloro”, le dice Marcela. Nunca había podido llorar a su amigx.

Empezó así un proceso de búsqueda y relevamiento de la obra de Miguel. A la par, Pil, que es realizadora audiovisual, empezó junto con su hermana a documentar testimonios de lxs amigxs de Miguel. A registrar fragmentos de la vida de su tío, para armarlo de nuevo. Para inventarle un presente en el montaje de voces de amigxs y la mirada amorosa detrás del lente, a través de la voz que graba un mensaje para preguntarle a algún Rozarte cuándo grabar una entrevista.

–Crecimos en silencio con respecto al tema, porque en mi familia no se hablaba. Sacamos la conclusión de que su muerte fue tan trágica que todo el mundo, también sus amigos, lo calló –cuenta Pil–. Ya hicimos más de cinco entrevistas y, cuando llegamos a ese momento, la gente dice cuando lo… se detiene y después dice cuando murió Miguel. No lo mencionan.

–Yo no lo conocí, entonces, en todo este proceso de reconstrucción quiero ponerle el nombre a las cosas como tienen que ser. De Miguel siempre se dijo, no solo en nuestro ámbito familiar, que ‘falleció’, que ‘apareció en una zanja’ –explica Sol–. Pero a mi tío lo mataron.

En 1992, Miguel era un chico de 27 años al que se le había muerto el padre, en mayo, allá en el campo. Sus amigos le habían dicho que pare un poco, porque estaba más manija que nunca. Porque lo de Miguel, cuentan, fue una cosa de vivir al máximo siempre. De darle manija a los proyectos culturales de Rozarte, de confeccionar vestuario para títeres, de extender la noche hasta su último instante, de amanecer el día, desayunar y seguir.

Salía a caminar solo, o se iba de viaje a la noche, explican. Una vuelta llamó a Rafaela y su mamá, cuando lo atendió, escuchó un “Hola, ma, estoy en el Machu Picchu”. Dicen que, como gringo que era, tenía mucho de italianidad: el gesto. Hablar con las manos. En su obra plástica, el trazo se marca en el lienzo como diciendo acá estoy, con estos colores tierras, con este azul profundo, con óleos al aceite en un puro presente, que se dejan ver del otro lado de la tela, se muestran enteros, hasta desvanecerse.

–Era muy discutidor, algunos de sus compañeros nos decían que a veces Miguel discutía, pero no tenía argumentos, te iba a discutir a muerte. Era muy cabrón… una de las cosas más maravillosas que me dijeron de mi tío fue que tenía un aspecto salvaje –cuenta Sol.

No hay fotos de él en la casa donde creció en Rafaela, solo una chiquita en la mesa de luz de su mamá. Sí estuvieron siempre presentes sus obras, desparramados en las casas de sus hermanos, sobrinas, cuñadas, parientes. Los cuadros del tío que pintaba, rodeadas de susurros, de cosas contadas entre primos, secretos compartidos de a cuotas por las mujeres de la familia.

Mientras aparecían obras y testimonios, fue saliendo a la luz que a Miguel le encantaban las plantas y que desarrolló una obra muy potente en poco tiempo, atravesada por las corrientes informalistas y latinoamericanas de la época. Que se ponía al frente de los proyectos y las carpetas como un gestor cultural despierto.

En una de esas movidas, Rozarte quería presentar un proyecto al Centro Cultural Recoleta, así que Miguel viaja a Buenos Aires con otrxs compañerxs. “Para que nos den pelota, esto tiene que hacer ruido en la mesa”, dicen que dijo cuando le mostraron la típica carpetita. Así que terminaron cayendo al Recoleta con una caja, que llegó al escritorio del director y no perdida entre otras carpetitas. Se abrió y fue desplegando, de a una, todas las propuestas de Rozarte.

–Nos contaron que era una persona que te impulsaba. Gracias a tu tío soy artista plástico, gracias a tu tío me puse a estudiar arte, eso nos dicen. Un loco muy semilla –explica Pil.

“Era lindo, como el Che”, comenta Verónica Ansoldi, madre de Sol y Pil, en la noche de la inauguración en el Castagnino. Entre las obras de la muestra están exhibidas algunas fotos, en las que Miguel está de vaqueros ochentosos, ajustaditos, camisa y pelo largo. Sol y Pil reparten las margaritas de cerámica, que se pasean en el ojal de lxs invitadxs al festejo. No son las únicas, porque otrxs amigxs de Miguel hicieron stickers de margaritas, que ahora andan pegadas en teléfonos, termos, ventanas.

–Nosotras pensábamos que solo era un artista plástico, pero ahora sabemos que se desarrolló en un montón de lenguajes artísticos como manera de comunicarse en el mundo, de sobrevivir y resistir a tantas hostilidades –reflexiona Sol–. Otra velocidad, otro level. Una de esas personas que nacieron para vivir en otro mundo –dice para describir a Miguel.

“Arden las circunstancias. Da fe una foto de la fractura entre representación y tiempo”, escribió Homs para uno de los textos de la muestra. En el otro, Xil Buffone explica: “Quien con convicción va atrás de lo bello, antes o después da con el cielo”.