Ailén Heredia presenta “Lavanda”, su primer trabajo solista. Aquí lo reseña Juan Almará.
Como las propiedades de la especie a la que refiere el título del álbum, las composiciones de la pianista santafesina Ailén Heredia remiten a armonía y naturaleza. Reflexionando sobre ese término, Ailén afirma en sus redes sociales: “me gustó por su sonido, por su musicalidad, porque es una hermosa palabra, más allá de su significado (…) Porque es hermosa cuando está escrita y suena hermosa cuando se la dice, completa y a la vez abierta, expansiva: despertó en mí un universo sonoro que fue el faro de estas músicas”.
Ese pulso marca su arte, que crece sin limitarse a los purismos. Con base en el folclore, las diez canciones de “Lavanda” se mueven de forma libre, sin tomar partido por géneros específicos. El carácter instrumental favorece este concepto creativo, dejando en primer plano a su piano y la capacidad para construir y transmitir climas desde allí.
Registrado en 0618 Estudio de Buenos Aires y editado por el Club del Disco, su disco debut posee una fuerte impronta personal, pero que no esconde influencias y referentes como Ariel Ramirez o Carlos Guastavino. Al mismo tiempo, los invitados que se suman a los diferentes tracks, enriquecen la propuesta y aportan los toques de color adecuados.
Un recorrido
“Lavanda”, el tema, abre con la claridad de un cálido amanecer. En poco más de dos minutos, Ailén brinda una muestra del espíritu entre clásico e innovador que sobrevolará la obra. En “General Madariaga” se anima junto a Andrés Pilar, a una versión a cuatro manos del clásico de Ernesto Montiel. El dúo le imprime un ritmo vertiginoso, que resignifica y potencia al tradicional chamamé. Sigue “La montaña”, que comienza con aires de milonga campera para luego mutar a una lenta melodía que cae con la densidad de la tarde invernal y termina esfumándose en tenues acordes. “Nubes” es una vidala despojada que escapa de su forma original para bucear en ambientes nocturnos, cercanos por momentos al jazz. Se destacan sus suaves arreglos, que respetan los silencios cuando la composición lo pide. “La 46”, chacarera de los hermanos Ábalos, es revisitada con la participación de Alberto Villafañez en bombo y caja, confluyendo en un rico diálogo sonoro.
La segunda parte comienza con “Huella del viento”, que retoma la fusión entre jazz y folclore con un marcado espíritu melancólico. La zamba “El Rancho de Doña Maru” es el único tema cantado, y cuenta con tres invitadas: Lucila Priotti, Irunah Briozzo y Agustina Cortés. Los delicados arreglos vocales y de vientos en la flauta de Melisa San Marco, lo convierten en uno de los puntos más altos. La recta final continúa con el tradicional gato cuyano “Del Plumerillo”, en el que Heredia genera un interesante contrapunto con el guitarrista Nicolás Leiva. La chacarera “La del Infierno” cuenta con la intervención del reconocido multi instrumentista Marcelo Moguilevsky, que aquí se luce con sus aportes en la flauta dulce. El cierre es con “Soy como el río”, que justamente fluye en la fusión y el cambio, funcionando a modo de síntesis.
Música notable
En Lavanda, Ailén conjuga su alma inquieta con el respeto por los grandes maestros, dejando los senderos abiertos a nuevas y cautivantes exploraciones. Pero la mejor definición de su arte la brinda Juan Falú en las palabras que acompañan la edición física del disco: “lo más profundo y sutil está seguramente en su vida y en cómo la abrió a los sonidos para erigirse en una música notable que sabe traducir las pertenencias de sí misma, de su gente y de su tierra”.
Fotos de Agencia CED.