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Crónicas

Lo que quema por dentro

Una crónica urgente de la periodista Ada Augello, integrante de la radio comunitaria FM Alas de El Bolsón. Fotos: FM Alas.


La conmoción tomó los cuerpos, no se escuchó más el canto de los pájaros, el verde se volvió gris. Quienes no tienen dónde ir vuelven sobre las cenizas a levantar una vez más sus casas. El olor impregna todo, es áspero. El fuego dejó a su paso unos ojos ardidos que se encuentran con otros ojos, en la misma euforia del propio fuego.

La Comarca Andina se recuperaba de un reciente incendio forestal que devoró más de 10 mil hectáreas a finales de enero, cuando sonaron nuevamente las sirenas. Se sabía del incendio cercano a la localidad de El Maitén, al norte del Chubut por donde pasa el río que da nombre a la provincia austral. Sobre las últimas montañas, antes de la meseta que Benetton arrebató al pueblo-nación mapuche, las llamas se volvieron incontrolables. De la Cuesta del Ternero al norte de El Bolsón el fuego se dirigió hacia el sur quemándolo todo a su paso hasta llegar a El Maitén. Pero las sirenas sonaban cerquita del valle de El Bolsón y una columna de humo descendía viento norte desde el Paraje Las Golondrinas hacia la localidad de El Hoyo, al pie del Pirque, ese cerro en punta que parece cosquillear las nubes.

Las sirenas se volvieron incesantes y desde varios puntos cardinales el cielo se puso naranja. Avanzaban los minutos y un incendio de interfase sobre el paraje rural comía cada vez más casas y chacras. En simultáneo, ardió el Cerro Radal, próximo al basural de Lago Puelo, al lado oeste de la ruta nacional n° 40. Rápidamente surgieron otros focos, las llamas altas y veloces arrastradas por ráfagas de más de 60 kilómetros por hora fueron las últimas luces de la tarde. No había electricidad ni agua en los parajes, mucho menos comunicaciones. Comenzaron a auto-evacuarse, las rutas se cortaron y bajo la postal del Pirque, en el valle de El Hoyo, llovió fuego, pinocha encendida, brasa ardiente. Giraron los listados de familias evacuadas por parte de los municipios. Bomberos dijo no dar abasto y recomendó abandonar los hogares. Se escuchaban explosiones del suministro de gas y los árboles parecían antorchas. Posteriormente se cortó la red de gas. La desesperación nos mantuvo en vilo hasta la madrugada cuando comenzó a llover parte de aquello que, en diciembre, había humedecido la tierra por última vez.

La imagen de la noche fueron las estrellas, nunca dolió tanto verlas brillar. Cuando comenzó a nublarse la montaña iluminaba los senderos de rojo. Todo era bruma, humo en el aire y ardor en la tierra. A la mañana siguiente: barro. Los focos aún humeaban y la tierra estaba caliente. Los animales seguían desorientados, otros chamuscados. Muchos otros se incineraron. Las casas en algunos casos eran chapas tiznadas. Fueron cerca de 250 casas perdidas totalmente y otras 500 parcialmente. Tres las víctimas fatales, una de gravedad.

Los números no son exactos dada la falta de registro de viviendas y relevamientos actualizados. Lo que vino después es la inoperancia de quienes ocupan cargos públicos y la infinita solidaridad de los pueblos.

La desidia y sus intencionalidades

El incendio de enero fue tapa en los medios nacionales. Aun así, la Comarca no cuenta con suficientes recursos para intentar contener ígneos de tales magnitudes. Las ayudas por parte del gobierno de Chubut y Nación tardaron en pronunciarse, al menos 72 horas después de la lluvia. Más en hacerse presentes.

La tierra ardió y continúa caliente, donde hubo raíces hoy hay fosas. Se quemaron cerca de 13 mil hectáreas tras focos intencionales y otros, producto del casi nulo mantenimiento del tendido eléctrico. En Las Golondrinas hace tiempo se quedaron sin fusibles y éstos fueron reemplazados por alambre. Cuatro días después del suceso, vecinxs aseguraban ver chispear el tendido a centímetros de los árboles.

En paralelo, el mapa de Catastro del Chubut cuenta con concesiones mineras entregadas sobre las tierras quemadas. En una suerte de presión empresarial para la aprobación del proyecto de zonificación minera por parte de la provincia, la catástrofe viene a profundizar la crisis económica que busca justificar dicha aprobación. Asambleas y comunidades denuncian una crisis de diseño en la provincia, adeudando salarios de meses más aguinaldos e insumos o materiales para las instituciones estatales. Escuelas sin agua, docentes sin cobrar y estudiantes sin transporte. Hospitales sin profesionales ni barbijos, con sueldos pendientes. Policías con balas compradas por cada uno de los efectivos, patrullando en vehículos del municipio.

Los municipios de Lago Puelo y El Hoyo se declararon en catástrofe, comenzaron un relevamiento y acopian cualquier cantidad de ropa y colchones en sus dependencias. En algunos casos, la reparten lxs vecinxs que se acercan y en la gran mayoría duermen en los establecimientos. En ese sentido, Nación destinó fondos para la construcción de viviendas a ejecutar mediante los municipios, la reconstrucción del tendido eléctrico y la red de agua, entre otras cuestiones. La Comarca arrastra bajo su identidad como destino turístico una crisis habitacional dada por los alquileres temporarios y el desmesurado costo de la tierra. En los últimos años las ocupaciones son una variable ascendente librada a la precariedad respecto de los servicios públicos. Abundan barrios sin agua potable, prolijo tendido eléctrico o suministro de gas.

La organización de las comunidades

Detrás de la inaccesibilidad a la tierra y la falta de alternativas de viviendas, la organización es popular y barrial. Noches enteras con un ojo abierto y otro cerrado sabiendo de posibles desalojos en las crecientes ocupaciones. El abandono del amparo social, pese al estigma y la negación de las instituciones públicas al reconocimiento de dichas poblaciones, son parte del contexto donde arde el bosque junto a quienes viven en él.

El Pinar es una de las nombradas tomas más antigua de Las Golondrinas, en ella convergen artesanxs, médicxs, docentxs, estudiantes y albañiles. En la profundidad de un cañadón de coníferas exóticas se fueron amuchando las casas. Al suelo de greda sólo lo contienen los pinos y los cimientos de las casitas. No hay más aplomo que la necesidad de vivir dignamente en el territorio elegido. El Eco-barrio, por su parte, ocupa tierras del Servicio Nacional de Manejo del Fuego en una terraza de las montañas cordilleranas. Ambas ocupaciones incluyendo la brigada fueron cercadas por las llamas. La velocidad del calor que recorrió las raíces y encendió la pinocha descendió desde Golondrinas y subió desde Radal. El fuego abrazó ambos lados de la ruta 40.

A una semana y contando, lxs vecinxs volvieron a sus casas, a fuerza de levantarlas nuevamente. Sobre la ceniza, carpa instalada y motosierra encendida, la madera que no fue quemada en su totalidad se vuelve estructura, viga y leña para el invierno. Quien ya es del barrio y lo perdió todo, en muchos casos sus ahorros o talleres laborales, no se va a ir. Allí comienzan a batallar contra el frío que se avecina en este triste otoño a medida que amanece cada vez más tarde. Los árboles que quedaron en pie ya amarillean por el calor de un verano histórico respecto las altas temperaturas e incendios al sur de Río Negro y noroeste del Chubut.

En la localidad del El Maitén las brigadas voluntarias abrazan la Lof Cañio, comunidad mapuche que tiene el fuego aún ardiendo, a veces más tenue y otras más feroz, sobre sus rukas (casas). Las llamas se ven desde la veranada de los animales y la comunidad en general, les separa un trayecto montaña arriba, tractor andando y cabello o pie algunas horas. El material orgánico se expande sobre sus campos y eso asusta. El fuego sabe de andar por debajo de la tierra, recorriendo raíces y arbustos como interno calor.

Por su parte, las comunidades linderas a los territorios afectados envuelven sus manos en harina para acercarles pan casero. La colecta de materiales de construcción, alimentos frescos y no perecederos es abundante. Incluso territorios más lejanos desde la costa chubutense hacen llegar solidaridades, también desde otras latitudes sumándose a los CBU que circulan para llegarse concretamente a las familias poblaciones afectadas. Lxs vecinxs se acercan con palas y rastrillos, bidones de aceite y nafta y en el amor a las comunidades trabajan el terreno. Los rostros tiznados al final del día dan cuenta de aquellas involucraciones que hacen al territorio uno mismo en su totalidad.

El enojo del pueblo y su contante criminalización

El sábado 13 de marzo en una suerte de movimiento espontáneo y urgente las comunidades de la Comarca Andina se arrimaron a la escuela n° 108 de Lago Puelo. Dentro se preparaba un salón con café y canapés a la espera del presidente Alberto Fernández. Se avecinaban ciertos anuncios desde Nación en solidaridad y responsabilidad con las zonas afectadas.

La provincia arrastra una crisis económica, nombrada de diseño por las comunidades y asambleas, que busca instaurar el proyecto de zonificación minera del ejecutivo del Chubut. El resultado es el creciente descontento social. El escenario es de bronca y genuino derecho a la protesta.

Se acerca la comitiva presidencial y junto a ella el Gobernador Mariano Arcioni, quien trae a su juego a la UOCRA. El sindicato amedrenta a la comunidad que, fuertemente, se posiciona por el “No es no a la megaminería”. Las agresiones se materializan y la comitiva escapa. Se refugia en una conferencia de prensa a puerta cerrada y sólo con medios nacionales. La manifestación fuera de la Casa de la Cultura de Lago Puelo plasma su rechazo al grito de renuncia para el Gobernador del Chubut. La comitiva vuelve a escapar y esta vez llueven piedras. En un intento por tomar velocidad conduce hasta el aeródromo de El Bolsón, sobrevuelan la zona incendiada y regresan a la capital del país.

El lunes 15 de marzo comienza la cacería del poder político del Chubut. El ministro de Seguridad de la Provincia anuncia con nombre, ocupación y dirección a distintxs trabajadorxs de la educación como agresores del Presidente. Parece una película de ficción.

Al día de hoy la criminalización se agudiza y ya son 12 las personas imputadas, algunas sin haber estado presentes en el lugar de los hechos.