Nicolás Chimento es un paleontólogo que vive en Gualeguay y hace poco fue noticia porque le dedicaron uno de los dos dinosaurios que descubrió: el Overoraptor chimentoi. Sin embargo, su carrera como investigador no se agota ahí y, entre tantos otros proyectos, tiene uno que lo conecta con Entre Ríos: buscar fósiles en los ríos Gualeguay y Uruguay. Escribe: Santiago Joaquín García
No hay un único método para determinar si algo que uno encuentra en la tierra es un hueso común y corriente o un fósil de un animal prehistórico. “El entrenamiento es a ojo”, explica Chimento, después de decenas de expediciones en la Patagonia, Chile y otras regiones cordilleranas. Lo que sí sabía este doctor en Ciencias Naturales, cuando iba caminando por una quebrada del Embalse Ramos Mejía en el año 2013, es que los fósiles tienen cierto brillo propio de los minerales y que su forma no es igual a la de las rocas. Sus compañeros del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” estaban tirados en el suelo. Eran cinco las personas que habían llegado a ese terreno ubicado en la costa rionegrina del río Limay, frente al Chocón, autoproclamado “Paraíso de los Dinosaurios”: dos paleontólogos y los otros tres técnicos del Conicet. Una de las características de su laboratorio es que las jerarquías no importan en el campo. Todos se ensucian por igual: doctores y técnicos, geólogos y acompañantes. Desde el piso los cuatro llamaban a Nicolás emocionados porque habían encontrado placas de tortugas y cocodrilos de la era mesozoica. Cuando caminaba hacia ellos, a la altura de su cabeza, la vio.
-Encontré una garra – les gritó y todos abandonaron lo que estaban haciendo para correr hacia él.
Fue el primer hueso del dinosaurio que siete años después sería denominado científicamente Overoraptor chimentoi, una nueva especie cuyo nombre le dedicaron sus compañeros.
“Tengo este esqueleto entero”
Mientras pescaba en Dolores, su pueblo natal, Nicolás todavía no sabía que su destino estaría vinculado a los animales prehistóricos y las expediciones marcadas por la supervivencia. De todas formas, desde la secundaria entendió que su camino era por el lado de las ciencias. Sus padres le compraron la Guía del Estudiante (nota para los muy jóvenes: un libro que en la era pre Internet tenía el listado completo de carreras que se podían estudiar en todo el país) y se decidió por la Licenciatura en Biología en la Universidad Nacional de La Plata. Gracias al apoyo de su familia partió desde Dolores (25 mil habitantes, a mitad de camino entre Buenos Aires y Mar del Plata) hacia una ciudad enorme y con espíritu universitario. Durante el primer año de su carrera eligió la orientación en Paleontología porque le parecía la más completa. De todas formas, su deuda con La Plata no se agota en ese título ni en el posterior Doctorado en Ciencias Naturales, ambos de la UNLP: “a mi señora la conocí en La Plata. Ella es de acá de Gualeguay, y vivía en la otra punta de La Plata, así que para verla tenía que usar las diagonales. Las diagonales son mis amigas”, sonríe.
Hasta el año 2012 vivieron allí. Después se mudaron a Gualeguay donde se casaron y viven junto a sus tres hijos. Sin embargo, Chimento viaja permanentemente al Laboratorio de Parque Centenario, donde trabaja en su beca posdoctoral del Conicet. Es especialista en anatomía y relaciones filogenéticas de los mamíferos mesozoicos y cenozoicos. Aunque cueste tanto escribirlo, con su humildad y la pasión por su carrera, Nicolás cuenta todo como si fuera un cuento sencillo que siempre protagonizan los demás.
Después de un par de intentos fallidos por encontrar un lugar donde hacer su doctorado, Chimento fue aceptado en el Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados del Museo “Bernardino Rivadavia”, dirigido por el prestigioso paleontólogo Fernando Novas. La forma en que lo recibieron fue señal de un futuro auspicioso: “tengo este esqueleto entero que todavía nadie describió, me dijo mi director”. Se trataba del Chilesaurus diegosuarezi, el primer dinosaurio descubierto en el país vecino: “cuando ví el bicho, imaginate mi emoción, un esqueleto entero de dinosaurio para hacer mi tesis, estaba chocho”, recuerda. El nombre se lo pusieron en honor a Diego Suárez, un hijo de geólogos que a los siete años encontró los primeros huesos del animal prehistórico al sur del lago General Carrera, en la Región de Aysén, Chile. Los paleontólogos argentinos, por su vasta experiencia, fueron convocados para hacer la investigación, que se publicó en el año 2015 y generó un boom en el país trasandino. Chile recibió a Nicolás y sus compañeros de laboratorio como estrellas en la presentación en sociedad. Una periodista les dijo en la conferencia con los medios: “los únicos que tienen más prensa que ustedes son los futbolistas’. Además de los numerosos videos que se pueden encontrar en YouTube sobre el Chilesaurus, el nombre de Nicolás Chimento apareció junto al equipo que integra en la tapa de prestigiosas revistas científicas como Nature.
Después de doctorarse en 2018, pidió una beca posdoctoral que está en curso y ha solicitado el ingreso a la carrera de investigador a partir del año que viene. Las evaluaciones en el Conicet se piden con más 12 meses de antelación y Chimento destaca el prestigio del organismo científico: “tiene más de 60 años, atravesó todo tipo de cuestiones y nunca se cerró”, explica. A su vez, defiende su autarquía: “tres veces me rechazaron de Conicet, y cuando te rechazan es por cuestiones científicas. Nadie te pregunta de qué partido sos. Cuando te rechazan es porque no te dan los puntos, porque tu plan es una porquería, o porque el laboratorio donde vas a trabajar no reúne las condiciones necesarias’.
“Un aprendizaje espectacular”
Las expediciones paleontológicas tienen un halo de misterio que Nicolás se encarga de remover sin piedad: “en todas las campañas encontrás algo, porque siempre vas con datos. Los paleontólogos no van a lo ciego, en general”. La información puede provenir de la bibliografía, de algún hallazgo azaroso de un lugareño, o de algún paleontólogo que no pudo volver a un sitio donde sabía que había fósiles. El lugar también es importante. La cordillera es una formación posterior a la era de los dinosaurios, que con su elevación dejó expuestas capas geológicas que se encontraban sepultadas. En particular, la Patagonia es una gran meseta seca con una escasa vegetación y en constante erosión, lo que permite la aparición de fósiles en forma permanente. Otro indicador es el color de la tierra. El rojo es un color bastante común en las capas de la era de los dinosaurios, en general, porque tienen mucho hierro.
Chimento destierra otros mitos: “encontrás en superficie, lo que aflora. Hay una creencia muy generalizada que supone que en el trabajo paleontológico vos excavás para encontrar. No es así. Vos excavás para desenterrar. Es decir, voy al campo, busco y miro, y donde hay algo excavo”. El trabajo es similar a un rastrillaje. Caminan en el campo donde tienen el dato hasta que ven algo raro: “y cuando ves algo raro, sectorizás y trabajás en detalle”.
Otra cuestión esencial es el factor humano: “salís desde Buenos Aires hasta un lugar que puede estar a más de mil kilómetros de distancia. Hay que llevar todo para vivir ahí durante todos los días de campaña, porque los campamentos se hacen pegados al hueso. Se instalan carpas en el medio de la nada y hay que llevar agua para tomar esos días, nafta para el grupo electrógeno, gas para el quemador para hacer algún guiso”, enumera. Su origen dolorense y su presente gualeyo, convirtieron a Nicolás en el responsable oficial de los asados. Todas las nociones de supervivencia no forman parte del plan de estudios universitario: “fue un aprendizaje espectacular”, admite.
Algunos huesos, en especial los de los herbívoros gigantes, llegan a pesar más de 500 kilos. El trabajo físico es intenso y la maquinaria que utilizan es diversa: corta roca, martillo neumático, motosierras, picos, corta fierros. Una vez que se han desenterrado los fósiles, son envueltos en yeso para su conservación y así deben ser trasladados a Buenos Aires, donde los técnicos del Conicet pueden tardar meses en limpiarlos para su estudio definitivo. No siempre el resultado es exitoso: “a veces hacés la campaña y encontraste el dinosaurio gigante el último día. No lo podés sacar, porque los estudiantes rinden la semana que viene, los que están doctorando tienen que ver a su familia, porque no tenés más guita para quedarte. Hay una cuestión humana que siempre afecta”, advierte el doctor en Ciencias Naturales.
“A lo sumo un diente”
Aunque Chimento ya ha descubierto dos dinosaurios nuevos, uno de los cuales lleva su nombre, su especialidad es otra: “los mamíferos se originaron en el mismo momento que los dinosaurios, hace unos 220 millones de años, pero en la era mesozoica son los dinosaurios los que dominan en tamaño y en nichos ecológicos. Entonces, los mamíferos quedaron relegados durante ese tiempo. Cuando desaparecen todos estos bichos, los mamíferos copan los ambientes”, explica.
Buscar mamíferos es más difícil que buscar dinosaurios, porque el más grande tenía el tamaño de un perro: “los paleontólogos estamos condicionados sí o sí a encontrar lo que se preservó, y lo que se encuentra siempre es lo más grande”, define Chimento. Su director de laboratorio es especialista en dinosaurios carnívoros, pero quería contar con Nicolás porque le interesaba alguien que se dedique a los mamíferos de la época de los dinosaurios. Él reconoce que “es muy difícil especializarse en los mamíferos de la época de los dinosaurios, porque vas a encontrar uno en toda tu carrera, como mucho”. En nuestro país, por la riqueza de sus yacimientos (en lo que va del 2020, con pandemia y todo, se han descubierto tres nuevas especies de dinosaurios), hay lugares en los que han aparecido este tipo de mamíferos: “pero se encuentra a lo sumo un diente, y es un gol de media cancha. Es mejor que encontrar un dinosaurio para un paleontólogo. Y un diente de mamífero tiene un milímetro, contra un hueso de dinosaurio que puede medir dos metros”.
Si bien su tesis doctoral, como hemos mencionado, fue dedicada a los dinosaurios, Chimento ha publicado decenas de estudios sobre mamíferos. No siempre es necesario encontrar algo para hacer una investigación. El año pasado realizó un estudio sobre un tigre diente de sable que se encuentra en un Museo de Mercedes, provincia de Buenos Aires: “estaba mirando las colecciones, y ví que tenían un cráneo de este tigre, del tamaño de un león, más o menos, y tenía un agujero en el medio de la cabeza. Me puse a pensar: qué raro ese agujero. Pedí permiso a la gente del museo, y al ser paleontólogo me permitieron manipularlo. Agarré otro cráneo de esta misma especie, y metí los dientes de veinte centímetros en el agujero. Entraban perfecto. Entonces, mi hipótesis fue que los bichos se podían matar entre sí cuando peleaban por territorio, por hembras o por acceso al alimento”, reseña. Y agrega que “esa cuestión ecológica nunca había sido dicha por un paleontólogo sobre un tigre diente de sable. Hice el estudio y lo publiqué, sin haber sido yo el que encontró el tigre diente de sable’.
El primer dinosaurio entrerriano
Una de sus ideas a futuro tiene que ver con Entre Ríos. El único lugar que concentra paleontólogos en la provincia es el Centro de Investigación Científica y de Transferencia Tecnológica a la Producción, en Diamante. Hay más de 10 que se formaron con el prestigioso investigador Eduardo Pedro Tonni. Mayormente, se han dedicado a los mamíferos de la era de hielo, que, gracias a su tamaño, son los más fáciles de encontrar en Entre Ríos. Sin embargo, la mayoría de las exploraciones han sido en la Costa del Paraná, desde la ciudad de Paraná hasta Victoria, y a través de los afluentes del río. La exploración del Río Uruguay ha sido más escasa y la del río Gualeguay casi nula: “tengo la intención a futuro de venir a trabajar acá a un laboratorio de paleontología que se encargue de explorar el sur de Entre Ríos”, dice Nicolás. Los domingos, que es uno de los pocos días libres que tiene, suele recorrer las costas del río Gualeguay porque la pasión lo puede. No se trata sólo de una cuestión afectiva. Destaca que “el potencial que tienen los departamentos Gualeguay, Gualeguaychú y todos los que están sobre el río Uruguay es muy grande. Hay capas geológicas de hace más de 40 millones de años. Estaría muy bueno encontrar mamíferos porque es un momento clave en la evolución. Si bien los dinosaurios ya no estaban, los mamíferos todavía no eran tan grandes. Encontrar mamíferos de esa época te permite pistas para saber cómo evolucionaron después”.
La posibilidad de encontrar el primer dinosaurio en nuestra provincia tampoco es alocada: “la cuenca en la que estamos en esta zona de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires, hace que las capas de los dinosaurios estén muy abajo, pero esa cuenca desaparece justo en el borde del río Uruguay y las capas con dinosaurios aparecen nuevamente ahí. Entonces en algunos sectores de ese río, tanto del lado uruguayo como entrerriano, aparecen capas con dinosaurios. Es el único lugar de Argentina, extra andino, donde aparecen fósiles de dinosaurios, y se han encontrado algunos, pero no les han dado nombre ni nada porque son restos muy fragmentarios”, remarca el investigador afincado en Gualeguay.
El acto de nombrar un animal prehistórico obedece a algunas normas tomadas del latín y del griego. El Overoraptor chimentoi que encontró Nicolás en Embalse Ramos Mejía hace casi siete años es un pariente de las aves, que justo encajaba en el tema de tesis de un compañero suyo, Matías Motta. En algún momento de la investigación (sin que Chimento lo supiera) decidieron dedicárselo. Su nombre está compuesto por dos palabras. Overoraptor significa que es un dinosaurio ladrón de presas overo (manchado). La terminación “i” indica en latín que es “en homenaje a”.
Por si hace falta aclararlo, ser padre de un dinosaurio no ha cambiado su situación económica en lo más mínimo. Afirma que “trabajar como investigador te sirve para mantener a tu familia. Hoy en día podés vivir de esto. Lo digo porque en algunas familias a los chicos cuando quieren estudiar esto les bajan el copete y les dicen que se van a morir de hambre”. Más allá de los ingresos, su trabajo lo apasiona. Es algo que se percibe al escucharlo hablar. Cuando se refiere a un animal prehistórico, Nicolás lo llama “bicho”, como si estuviera vivo, como si no fuera el resultado de las geniales hipótesis de los científicos.
La pandemia del Covid 19 lo agarró en el sur de Santa Cruz, cerca de El Calafate, en una expedición de más de 30 científicos, incluidos cinco japoneses. Tenían previsto quedarse hasta el 28 de marzo, pero la información que les llegaba por el celular de su director (el único que tenía señal), los obligó a bajar cuatro días antes de la montaña. Habían encontrado un diente de mamífero del mesozoico, huesos de dinosaurios, restos de víboras, placas de tortugas. Un tesoro. La situación los forzó a dejar muchos fósiles que no pudieron traer. Una vez más, en esta campaña Nicolás Chimento confirmó que estaba en el lugar correcto. Su laboratorio trabajó en equipo, dejando de lado las jerarquías por el bien común. Cada hallazgo era una alegría para todos. No importaban el frío ni las latas de paté. Tampoco la imposibilidad de bañarse. A la vuelta, todo fue solidaridad, garantizando que cada miembro del equipo llegue sano y salvo a su casa. Sabían que no estaban enfermos, pero querían reencontrarse con su familia.
Nicolás tiene la humildad que aprendió en su casa, y que la vida en La Plata reforzó: “el sacrificio de los otros es lo que te hace dar cuenta de que vos no sos único, y la universidad te abre la cabeza en cuanto a los conocimientos”, asegura. Después afianzó esa humildad en cada campaña. Cuando está tirado de panza en el piso para encontrar un tesoro de menos de un centímetro, los buitres cuello colorado rondan en círculos sobre su cabeza: “no te hacen nada, esperan que te mueras, porque son bichos carroñeros”. Sin embargo, con su gesto, le recuerdan que nosotros también estamos de paso por esta tierra, como esos gigantes de los que hoy sólo quedan un puñado de huesos.
Fotos: Gentileza Nicolás Chimento