Mientras la cuarentena nos obliga a resignificar el cuerpo y el erotismo encuentra nuevas formas, apareció como propuesta en el escenario cultural virtual de nuestra región Sexteame este poema, un ciclo poético erótico donde pasaron numerosos artistas de Paraná y Santa Fe | Hablamos con el poeta Washington Atencio, uno de sus organizadores: sobre el ciclo, sobre la poesía, sobre lo erótico de la escritura y sobre su última obra, Nuestra sombra volcada en el río. Por Rocío Fernández Doval. Foto de portada de Ferny Kosiak.
Bebotear era un verbo que ya tenía su circulación entre les más jóvenes. No sabemos si fue Martín Cirio que lo acuñó para referirse al particular gesto de Luciana Salazar al hablar, o si ya tenía entidad previa. Lo cierto es que el beboteo también tuvo un crecimiento exponencial en estos tiempos de aislamiento obligatorio.
El 17 de abril, a tres semanas de haber sido declarada la cuarentena en Argentina, el Ministerio de Salud de la Nación recomendó en su parte diario el sexting. No hacía falta la recomendación para que se incrementaran los chats y videollamadas calientes entre conocides y desconocides. Tampoco para que empiecen a explotar las fiestas virtuales donde los cuerpos se muestran y se imaginan, se mueven en la inmovilidad. Y donde se puede matchear con gente que baila desde el living de su casa en cualquier parte del mundo.
¿Y qué es bebotear?
“Creo que es el acto de seducir pero a través de las redes. No recuerdo que esa palabra haya estado en funcionamiento antes de las redes sociales, sobre todo antes de las historias de Instagram. Me parece que es esa seducción, esa insinuación que se hace generalmente con una parte del cuerpo, sobre todo la boca. Lo asocio a eso: un juego erótico que se hace en las redes”, responde Washington Atencio, poeta entrerriano y uno de los organizadores de Sexteame este poema, el ciclo de poesía erótica que durante 10 ediciones reunió a 86 artistas de Paraná y Santa Fe por vivos de Instagram.
La poesía, entonces, se convirtió en un lugar para encontrarse y para recrear el cuerpo, que nunca es todo carne ni podrá ser todo virtual.
Hablemos sobre poesía (erótica)
“(…) En tus manos
llenas de tierra
escupo una semilla
y espero”.
de “Terrario”
Nuestra sombra vocada en el río (Agua Viva, 2020)
“No sé si he pensado en mi escritura como erótica pero sí pienso que toda escritura deviene erótica porque parte del deseo. Ponemos la emoción, el cuerpo, el deseo en el texto y eso es lo que le va a dar el carácter de erótica”, define para empezar.
Washington Atencio nació en 1986 en Lucas González, una localidad del departamento Nogoyá, a 130 kilómetros de Paraná. En marzo de este año, la editorial Agua Viva, de Capital Federal, publicó Nuestra sombra volcada en el río, su segundo poemario.
En la tapa, de tonos rosas y celestes pasteles delicadamente volcados sobre el papel, aparecen desperdigados frutos, palmeras pequeñas, hojas. Pero los protagonistas son un felino, de caminar de puma, que va hacia el agua; y una pareja de dos hombres en malla, enfrentados: uno está tendido sobre la arena y el otro sentado, y se miran como si estuviesen solos en el mundo. Un libro lila descansa cerca de ellos. La ilustración es de la artista Romina Lardiés, chubutense, residente en Buenos Aires.
“El erotismo, la pornografía, el amor, el odio, la vida, la muerte, el dolor, la felicidad han estado desde el inicio de los tiempos no sólo en la poesía o en la literatura sino en todas las manifestaciones artísticas. En relación a la poesía erótica, hay algunos representantes de la antigüedad clásica como Catulo, Marcial. Después, a lo largo de la historia de la literatura hay representantes en el renacimiento, en el siglo de oro –las poesías de Góngora, de Quevedo–, más adelante también y hasta nuestros días. Es difícil poder describir esa tradición, siempre ha habido una intención de mostrar y de sugerir qué pasa con el deseo”, dice ante la pregunta por los elementos que podrían caracterizar a una posible tradición de escritura erótica. “Nuestra sombra… tiene algo de esto, de la intención de decir el deseo, de enunciarlo, con todo lo que eso implica”, va a decir después.
Tras la tapa y el título, que sugiere la posibilidad de fundirse con alguien más, en una sombra temblorosa sobre el agua, aparece la dedicatoria del libro: “A Fernando”.
Washi dice que hay varios posicionamientos en el gesto de dedicar: “En primer lugar uno amoroso, porque dedicar algo a alguien implica un acto de amor, es algo que se entrega, que se regala a alguien. Como escribir un epígrafe, es un homenaje”.
Pero también está lo estético y lo formal: “A la dedicatoria se le suma que la tapa del libro tiene a dos hombres juntos. Y si a eso le sumamos los contados elementos donde un yo le habla a un vos, y ese vos es otro hombre, hay una conjugación que hace a la estética del libro en conjunto”. Y por último, dice, hay un gesto político: “Es político porque todo deseo es político. Es un libro de amor de un hombre, dedicado a otro hombre. Y no es un libro en secreto, está explicitado”.
“El campo fue mi germinador” reconoce en Terrario, uno de los poemas de Nuestra sombra… La naturaleza aparece enlazada al deseo y también a la propia biografía. Él reconoce que, pensándose rápidamente, hay dos vertientes en su poesía: una que tiene que ver con lo natural, más concretamente con el campo. Y otra con lo amoroso, con la figura de un hombre.
En Una hoguera de jazmines, su primer poemario editado como fanzine por Camalote, “el enfoque estaba más centrado en el campo y en mi familia del campo, porque yo soy de Lucas González, viví hasta mis 18 años allá y es a lo que vuelvo permanentemente. Estaba más tematizada la naturaleza”, advierte.
En Nuestra sombra volcada en el río, “un año y poquito después, está el ambiente natural también pero aparece esto otro, ya más concentrado en torno al amor. Qué pasa con el amor en la naturaleza o de qué manera la naturaleza forma parte de este deseo que va configurándose en torno a la figura de un hombre. Justamente, por eso creo que hay una relación erótica. Lo más erótico que podría llegar a escribir sería esto: el cuerpo del ser amado en el campo, inmerso en el paisaje”.
Cuando Juan L. Ortiz escribió “sentí el río en mí / corría en mí / con sus orillas trémulas de señas” y aquel verso final: “me atravesaba un río”; (re)inauguró una forma de decir y de sentir el paisaje. Cuando Washington Atencio escribe en el poema que da nombre a su segundo libro: “Agua estalla en la laguna / otro mar nos da respiro / otro río me atraviesa”, habla con Juanele y parece yuxtaponer al paisaje, el amor, el cuerpo, otro río.
¿Pero se puede decir el deseo?
“El deseo, metonímico como es, va saltando de una cosa a otra. La palabra pasa por la misma angustia porque no lo puede captar en su totalidad, por eso es un intento de enunciarlo, sabiendo que cuando se lo enuncia se transforma en otra cosa. El lenguaje tiene ese doble filo: poder recortar las cosas pero, a la vez, el límite de que lo que se enuncia es más que esa palabra”, señala Washi y se ríe justo en el momento en que dice angustia.
Sexteame este poema
El Sexteame, en cambio, era un chiste y quedó. El ciclo poético erótico que organizaron junto a Natalia Oroño, poeta santafesina, tuvo diez ediciones: todos los jueves a la noche durante dos meses y medio, 86 poetas, cantantes, drags, músicas y músicos, bailarines y performers de Paraná y Santa Fe, compartieron su interpretación de lo erótico por vivo de Instagram, desde su propio perfil. El flyer prometía eso: beboteo.
“Surgió como una locura linda, por un comentario de Facebook a una foto sugerente que subió Natalia y que terminó siendo nuestro flyer del primer encuentro. Fue una idea espontánea, nacida del estar angustiades con la cuarentena y coincidió justo con este llamado del gobierno a sextear, a practicar el sexo virtual. Teníamos que encontrarnos de otra forma”, cuenta.
Habían pensado en pocos encuentros y nunca se imaginaron que iba a ser tan masiva la adhesión. Primero fue entre amigues y conocides de las dos ciudades y después empezaron a abrir la propuesta, a pedir recomendaciones y a generar una red: “Fue un modo de ayudar a difundir gente que no está pudiendo mostrar obra, vender sus libros, tocar en recitales”.
Pero lo más importante: “A eso le agregamos la consigna de lo erótico, para poder jugar un poco y ampliar los límites de lo que consideramos erótico. Manejamos esos dos extremos entre lo romántico, meloso, endulzado y lo pornográfico y vulgar. La idea era pensar qué es lo constitutivo de lo erótico en la poesía, en la música, en la danza”.
Mucha gente no había leído nunca en público, no había participado en un vivo ni sabía que existía la función transmitir, no había mostrado lo que hacía fuera de sus lugares frecuentes o frente a sus amigues. “La cuarentena nos permitió esa creatividad, por un lado, y también la impunidad, la libertad. Gente que no se había animado a leer nunca, de pronto lo estaba haciendo frente a una cámara. Puede tener sus desventajas porque une no ve lo que está pasando del otro lado, pero a la vez tiene esa impunidad bella de que total, es un video. Se caen muchas barreras que tienen que ver con el pudor y la vergüenza”, reconoce.
La movida poética
Previamente a la existencia del nuevo coronavirus, en nuestra región, la poesía venía haciéndose de sus espacios, con públicos renovados.
“Paraná –porque Santa Fe no conozco tanto–, me parece que está activando bastante desde hace un tiempo. Hay muchos proyectos editoriales independientes que dan difusión, tenemos talleres de poesía, de narrativa, que también están funcionando desde lo virtual. Hay una apuesta por las ferias, por las librerías independientes, hay un circuito vinculado a lo editorial y a la producción poética”, opina nuestro entrevistado, que es uno de los organizadores de Río Abajo, un ciclo de poesía que se desarrolló hasta marzo en el Casal de Catalunya, de manera mensual, con presentación de libros y micrófono abierto.
“Es la posibilidad de abrir el juego y proponer un micrófono abierto para gente que, de otra manera, tiene que cruzarse a Santa Fe a leer. Se trata de habilitar la voz y los espacios para mostrar lo que une hace”, define.
En este sentido, “desde la municipalidad también ha habido un cambio en cuanto a gestión cultural, porque era nula la que había”, advierte. En ese marco, se puede pensar en la propuesta “El puente de la palabra”, organizado por la Editorial municipal, que tuvo lugar durante el verano en torno al Puente de los Suspiros del Parque Urquiza de Paraná y se centró en gran medida en dar lugar a artistas de la palabra. “Esos son también los lugares a los que hay que apuntar para que se puedan seguir promoviendo espacios de producción, de edición”. Cambiar lo lógica de que “siempre les poetas son el último orejón del tarro, después de musiques, de actores, bailarines”.
Cuando termine la pandemia y el aislamiento, ¿habrá ciclo de poesía erótica presencial? “Como proyección, es interesante”, adelanta, misterioso.
Por ahora, disfruta de lo que salió, tan impensadamente. Además de ser una experiencia “de la que no nos vamos a olvidar”, Washi señala que el ciclo sirvió para conocer otres poetas que vienen escribiendo sobre temática erótica y también para descubrir qué representaciones hay en torno a la poesía en general y a la poesía erótica:
–Cada une, desde su concepción de lo erótico, propuso algo en el ciclo. Eso es muy valioso, son representaciones y son construcciones. Si bien está bien leer e investigar todo el aparato teórico que hay detrás, me parece que también somos nosotres quienes estamos construyendo un saber, nosotres, todes les que estamos escribiendo, leyendo, y nos estamos preguntando por dónde va lo erótico.
Y lo estamos haciendo ahora. Por algo será.