Desde que se decretó la cuarentena obligatoria, las y los trabajadores de las apps de reparto pasaron a ser personal esencial para sobrellevar el aislamiento. En 100 días ya cuentan 6 muertos en el país. Victoria Carballo siguió de cerca los pasos de algunos trabajadores de Santa Fe y pudo charlar con ellos sobre las estrategias de cuidado en un contexto que aumenta su vulnerabilidad.
—Me acaban de robar. Me dieron un par de puñaladas.
Un nuevo mensaje en el grupo de whatsapp S.O.S. Peya alertó a trabajadores de Pedidos Ya reunidos en El Molino Fábrica Cultural. A las diez y media de la noche, El Molino era uno de los pocos espacios públicos de Santa Fe que se mantenía iluminado en época de cuarentena. La mayoría de las plazas estaban a oscuras y las calles vacías. El último caso de coronavirus en la ciudad se había detectado el día anterior. Luego de recibir el mensaje, los repartidores se organizaron rápidamente. El único con moto salió de urgencia para socorrer a su compañero y llevarlo al hospital. Los que estaban en bici fueron detrás y llamaron al 911. La policía llegó media hora después, hizo un par de preguntas y se fue. En el Hospital José María Cullen atendieron al cadete herido, que logró recuperarse.
Esa misma noche, en Rosario, un trabajador de Pedidos Ya murió al chocar contra un colectivo.
—Tenemos un grupo especial para emergencias. Necesitamos ayudarnos entre nosotros. Ahora empeoró todo —dice Juan.
Juan, de 27 años, vive con su novia y su hijo de 4. A su lado está Flor, de 19, que vive con amigas en una pensión. Cambiamos sus nombres para proteger sus identidades. Ambos trabajan en Pedidos Ya desde el año pasado. El decreto del aislamiento social, preventivo y obligatorio que rige desde el viernes 20 de marzo a la medianoche, plantea un listado de 24 actividades consideradas esenciales, entre ellas el reparto a domicilio de insumos varios. Los cadetes de Pedidos Ya, Glovo, Rappi y otras aplicaciones cargaron en sus espaldas el riesgo para que muchas otras personas pudieran quedarse en sus casas.
—Trabajé desde que arrancó la cuarentena, sentí la obligación de hacerlo —dice Juan. —Al principio, nadie quería trabajar. Habremos sido cinco cadetes activos en todo Santa Fe. Para el que se animaba, con todo el quilombo y el miedo, no hubo ni un incentivo, ni una charla. Nos mandaron el protocolo por mail y todo era arreglate vos, conseguilo.
Juan recibió pedidos que fueron desde regalos para parejas que estaban distanciadas hasta compras de supermercado para familias enteras. Vivió de cerca el miedo y la paranoia. Algunas personas le pedían que deposite las cosas en la puerta, otras le entregaban la plata envuelta en bolsitas de plástico, incluso una mujer le tiró alcohol en spray sin siquiera preguntarle, antes de aceptar la bolsa con sus medicamentos. Un hombre mayor, después de recibir su pedido, le hizo otro: “joven, ¿me puede escuchar un ratito? Hace tiempo no tengo el placer de hablar con alguien más que con mi pastillero y mi radio junto a la cama”.
—Las primeras dos semanas no trabajé —cuenta Flor. —Yo vivo con varias personas y tenía miedo de exponerlas. En ese tiempo, del ranking dos pasé al tres. Solamente por no trabajar. Cuando volví, me re costó subir de puesto. Bajar es fácil, no trabajás por un día y ya. Tuve que trabajar intensamente para llegar al ranking dos. Fue muy jodido. Nos obligaban a usar guantes, barbijo, alcohol en gel. Y todo es plata. Tuvimos que comprar todo nosotros.
Sólo les dieron un potecito de alcohol en gel a fines de abril, cuenta Juan. El aislamiento social generó un gran aumento de pedidos a domicilio. En poco tiempo las aplicaciones de delivery maximizaron sus ganancias. En Santa Fe, al principio, Pedidos Ya tuvo dificultades para cubrir la demanda. Sin embargo, los trabajadores denuncian que desde mayo se tomaron muchos cadetes nuevos, dejando sin espacio a quienes ya estaban trabajando.
—Teníamos más o menos un sueldo estable, pero se fue a la mierda. Somos demasiados para la demanda que hay. Subir de rango cuesta y hay que trabajar más horas para hacer la misma cantidad de pedidos. A la empresa únicamente le interesa cubrir todos los turnos, no le importa que haya trescientas personas esperando y que solo puedan trabajar diez. Yo estoy buscando otro trabajo —cuenta Flor.
—Esta semana voy a trabajar gracias a un amigo que es nuevo y solo toma un turno por día, entonces me deja las otras horas a mí. Pero si no tenés un amigo… —dice Juan.
¿Trabajadores independientes?
Para trabajar en Pedidos Ya hay que ser monotributista y tener una cuenta bancaria. Hay que comprar ropa y mochila, que cuestan alrededor de $1500. Hay que tener una bici o una moto en condiciones. Los gastos de mantenimiento, y nafta en caso de andar en moto, corren por cuenta propia. Además, es necesario tener un celular con datos.
La jornada de trabajo empieza tomando un turno. Es una elección sujeta a la disponibilidad de la app y al propio puesto en el ranking. Se cobra por semana y a fin de mes se hacen dos facturas: una por servicio de logística y otra por exhibición de material publicitario, un monto extra por andar en la calle mostrando la insignia de Pedidos Ya. Por esa razón, se pide a los cadetes que esperen afuera de los locales para que la marca permanezca visible.
Los pedidos se pueden aceptar o rechazar. Si el o la trabajadora cancela tres pedidos, se suspende la cuenta por 30 minutos en los cuales no cobra ni recibe pedidos nuevos. Por cada reparto se paga $30 el retiro del local y $25 por entrega en domicilio. Además se paga por kilometraje cuando la distancia entre el local y el domicilio excede el kilómetro.
La aplicación tiene un sistema de ranking que califica a les cadetes del puesto 1 al 6. Para mantenerse arriba es necesario no rechazar pedidos, no loguearse tarde ni retirarse antes de que termine el turno y trabajar en horas pico (viernes, sábado y domingo de 20 a 00 hs.). Quienes están en los puestos más altos tienen ventaja a la hora de tomar turnos, una cantidad de pedidos garantizados y cobran mejor por cada uno de ellos.
—En la reunión te la pintan de que sos tu propio jefe —cuenta Flor— Te dicen: nosotros no mandamos, ustedes trabajan cuando quieren y en el horario que quieren. No tienen la obligación de trabajar. Dicen que solo mandan pedidos en los locales cercanos. Mentira, a mí me han llegado pedidos de locales en Facundo Zuviría y yo estaba en Candioti Sur. Si estás lejos del local, ese kilometraje no lo paga nadie. Y si rechazás más de tres pedidos, te pausan por 30 minutos como castigo.
—No es un castigo, lo hacen porque capaz te pasó algo.— aclara Juan, irónico. Ambos se ríen.
—Para mantenerse arriba en el ranking hay que trabajar al 100% todo el tiempo. No cancelo pedidos porque me pinta. Trato de cuidarme con las zonas. Siempre trabajo a la noche. Por miedo, a veces me veo obligada a rechazar —dice Flor.
El fenómeno de las plataformas digitales significó una de las mayores disrupciones en el mundo del trabajo. El estudio “Economía de plataformas y empleo: ¿cómo es trabajar para una app en Argentina?”, demuestra que el conjunto de usuarios-proveedores de servicios mediante plataformas digitales representaba el 1% del total de ocupados de la Argentina en 2018. El estudio también permite observar una alta dependencia económica de las y los trabajadores para con su trabajo en la plataforma. Un 60% de los encuestados sostiene que su actividad en la plataforma resulta su principal fuente de ingresos. Un gran porcentaje (32%) se encuentra sobreocupado, lo que hace casi imposible buscar otro trabajo, y en algunos casos, poder mantener un adecuado equilibrio entre trabajo y vida personal. La clasificación de trabajador autónomo incorporada por las plataformas no se ajusta a la realidad de estos trabajadores de acuerdo a la Ley de Contrato de Trabajo vigente en Argentina.
Organizades y en lucha
A las ocho de la noche, los trabajadores se juntan en el Skate Park de Candioti, uno de los puntos de encuentro que improvisaron en cuarentena. Es una ronda grande, de unas 13 personas. Uno lleva galletitas para compartir. Otro saca un parlante portátil y rapea sobre un beat. El de al lado se suma a la improvisación. Todes escuchan con atención y los aplauden. Algunos aprovechan para fumar. A uno le entra su primer pedido, apura el pucho y encara para boulevard. La ciudad lleva 54 días sin contagios de coronavirus. Muchos comercios ya retomaron sus actividades. Pero a las ocho y media, en las calles de Santa Fe no queda ni un alma. Van entrando más pedidos y se organizan para pedalear en caravana.
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Si bien la economía de plataformas ofrece nuevas oportunidades para generar ingresos y cubrir una necesidad frente al desempleo y la subocupación, también supone una nueva forma de precarización, poniendo en riesgo los derechos laborales y los modelos de protección social. El incumplimiento de la legislación laboral vigente y la ausencia de una regulación específica impone a los trabajadores la autorregulación definida de manera unilateral por las plataformas.
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Todo este contexto se agravó por la pandemia. Desde el comienzo del aislamiento social ya murieron seis repartidores. Emma Riosendaulv Joncka murió el 10 de abril al chocar contra un colectivo en Rosario. Repartía para Pedidos Ya. Ramiro Cayola Camacho trabajaba para Rappi y fue atropellado por un camión en el barrio porteño de Retiro, dos días después. Otro trabajador de Pedidos Ya, Franco Almada, murió luego ser atropellado y abandonado por un automovilista que todavía sigue prófugo. El hecho sucedió el 23 de abril en Quilmes. Miguel Ángel Machuca, de Glovo, chocó contra un camión el martes 19 de mayo en el partido de Avellaneda. Jorge Piriz Umpierrez trabajaba para Glovo y también fue atropellado por un camión el 16 de junio, en el barrio porteño de Caballito. El último accidente ocurrió este lunes 29 de junio en Córdoba donde murió Leonel, trabajador de Pedidos Ya. Es una muerte cada 17 días de cuarentena.
La precarización laboral, sumada a la multiplicación de accidentes fatales y de riesgos, hizo inminente la necesidad de dar una respuesta organizada. Reunides en colectivos como la Agrupación Trabajadores de Reparto (ATR), Rappis y Furioses, RedApps Unidos Argentina y La Red de trabajadores precarizadxs e informales, ya realizaron tres paros nacionales y hoy tuvo lugar el cuarto paro nacional (y tercer paro internacional) en lo que va de la cuarentena. Fue impulsado por trabajadores de Brasil y tuvo eco en Argentina, Chile, Costa Rica, México, Venezuela, Guatemala y Ecuador.
Según el comunicado internacional, los principales puntos de las reivindicaciones son:
- Ingresos acordes a la canasta familiar y un bono de emergencia por actividad esencial
- Basta de muertes. Justicia por todos nuestros compañeros fallecidos. ART para todos y todas
- Basta de bloqueos arbitrarios. Restitución de todas las cuentas
- Contra las zonas liberadas, rechazos de pedidos sin sanciones
- Protocolos por covid. Testeos, cuarentena y resarcimiento económico para todos los repartidores en contacto con locales o usuarios covid+
La adhesión en Santa Fe fue parcial porque los cadetes decidieron seguir trabajando para no perder la plata, pese a estar de acuerdo con los reclamos. La primera vez que los repartidores de Santa Fe llevaron sus demandas a las calles fue en febrero de este año, cuando se concentraron frente al Ministerio de Seguridad para reclamar por los robos y asaltos que sufren durante el desarrollo de sus actividades laborales. De a poco están comenzando a contactarse con agrupaciones de otras regiones para sumarse a las luchas organizadas.
—Todo lo bueno de Pedidos Ya te lo dan los compañeros que están sufriendo lo mismo que vos —dice Juan.